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La soledad

Dicen que las road movies simbolizan siempre una historia sobre crecimiento personal de los protagonistas a lo largo del viaje. Supongo que eso es lo que me está pasando a mí porque aquí, en Roma, sola, he estado reflexionando sobre la soledad y la amistad... y se me han abierto los ojos (después de dejar caer alguna lágrima).

He llegado a la conclusión de que para mí la soledad no es girarse en una habitación y darse cuenta de que no hay nadie más en ella. Eso es estar sola.

Pero lo malo no es estar sola, es sentirse sola.

Llevo cuatro días aquí y, excluyendo por supuesto a mi madre, los únicos mensajes auténticos que he recibido han sido en forma de comentarios en mi blog y sms de dos lectores. (Muchas gracias, de verdad...)

Pero... ¿y mis amigos/personas importantes de mi vida? Ni mu. Ni un email, ni sms, ni una llamada, ni un comentario en ninguna de las fotos que he ido subiendo en facebook, ni en mis actualizaciones de estado allí, ni en este blog. Nada.

En este punto pienso, analizo, qué habría hecho yo a la inversa, sabiendo que ellos están solos en un país extranjero, luchando por adaptarse por aprender a vivir siendo impar en un mundo de pares y creo no tener duda de que les habría hecho llegar mi calor y mi apoyo.
Claro que uno no debe esperar que los demás sean como tú (máxime cuando soy consciente de que yo a veces me preocupo en exceso por el bienestar ajeno), pero a tenor de que por lo menos dos personas (encima anónimas) sí se hayan interesado por mí, debo pensar que no soy tan rara como pudiera parecer...

Y sí, claro, todo el mundo tiene su vida, el trabajo desbordante, sus parejas... pero joder, un "qué tal te va" no estaría de más y no cuesta más de dos minutos.

"Veía tus fotos en el facebook" dirá alguno, "te seguía en el blog" dirá otro, "me pareció que estabas muy bien!" podrán decir, pero ¿qué pasa, es que sólo las cosas malas merecen ser compartidas? ¿Tan difícil es entender que el hecho de que ellos supieran dónde estoy yo no significa que yo sepa dónde están ellos, supuestos bastiones y apoyos?

Porque tal vez mi gesta no haya sido épica, pero venir aquí sola ha sido como escalar una montaña y, cuando victoriosa me he girado para compartir mi alegría, resulta que no sólo no había nadie, sino que no sabría con quién compartirla.

Así que sí, me he sentido sola, pero de nuevo he aprendido. Si no me gusta, es cosa mía cambiarlo, llorar por los problemas no va a traerme las soluciones. De modo que ahora mismo me levanto y salgo a disfrutar de mi último día en esta maravillosa ciudad...

...y cuando llegue a casa... Será el momento de seguir creciendo, dejando atrás lo malo y buscando lo bueno, lo que me haga feliz.

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Problemas técnicos

En este hotel de cuatro estrellas que en España con suerte conseguiría tres, la conexión a internet ha sido una pesadilla. Ahora sencillamente no funciona... Así que no puedo subir las entradas :(

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Día 2

(Intentando subir esto ahora por la mañana porque anoche el wifi iba fatal)

Hoy ha sido un día mucho más tranquilo...

A las 9:00h he quedado con Victoria para ir al Vaticano. He dormido aproximadamente cinco horas y media y después de una semana con una media de 6 horas de sueño por noche, en serio creía que no iba a poder levantarme.

Me ha dado tiempo a comerme dos croissants pequeñitos antes de ir al encuentro de Victoria que estaba hablando en italiano (¿?) con la recepcionista. Tengo serias dudas de que se hayan entendido lo más mínimo. A veces a mí me cuesta entenderle cuando habla en español...

Hemos subido en el metro y hemos cambiado de línea para ir al Vaticano. Al llegar, lo que me temía: la cola era tan larga que no se veía el final:


Segundo tramo de la cola



Tramo final

Victoria ha comprendido que no podría ver la Capilla Sixtina pero ha dicho que no le importaba porque tiene que volver a esta ciudad y la próxima vez, intentará saber qué es cada cosa de lo que visite. De verdad que esta mujer es única. Yo volveré mañana cuando imagino que no será tan costoso entrar.

He decidido irme entonces hacia la Piazza del Popolo, mientras que Victoria se volvería al hotel para coger su maleta e irse al aeropuerto con más tiempo del que esperaba. Nos hemos despedido en mi parada y me ha ofrecido su casa si alguna vez voy a Ibiza.



Vista de la Piazza del Popolo

En la Piazza del Popolo me he quedado admirada con su tamaño y con la historia que me contaba mi audioguía, sobre reinas destronadas, papas secuestrados, Napoleón y los artistas que diseñaron esos monumentos. Pero lo más impresionante estaba dentro de la misma iglesia de Santa María del Popolo, que por su aspecto exterior tan austero jamás se me habría ocurrido pensar que dentro recogiera tanta belleza.



Nunca he sido una gran aficionada a la historia, la verdad, y en esta ciudad, rodeada de tanto arte y tanta historia, lo estoy lamentando... Lo que más me ha impresionado han sido los dos cuadros de Caravaggio de una de las capillas: La conversión de Pablo y La crucifixión de Pedro. Los detalles del cuerpo, la piel y el músculo y la luz, impresionantes.

Después he visitado el museo de Leonaro Da Vinci cuya entrada no está incluida en la Roma Pass y me han soplado 7€. Al principio me ha parecido un timo porque no había nada original de Leonardo allí, sólo reconstrucciones de sus inventos. Pero me he partido de la risa con la cita de Leonardo que he leído:



Y he pensado que este hombre debió ser todo un personaje! Tremendo diseño de escafandra y buzo:



Al finalizar la visita, me he ido hacia la Piazza di Spagna, que estaba repleta de gente haciendo fotos y sentados en la escalinata de 137 escalones que lleva a la Trinità di Monti. He sabido por la audioguía que el autor de la escalinata, en honor a la Trinidad, la diseñó en torno al número 3. La plaza al parecer se la disputaban los franceses y los españoles y la forma de ganarse al populacho era ver quién organizaba los mejores festejos en la plaza. Qué ilusos los franceses pensando que podrían ganarnos en fiesta... Por suerte no había nada especialmente interesante en la iglesia porque de ninguna manera pensaba subir hasta allá arriba.



Era mediodía y me empezaban a pesar la falta de sueño y el cansancio del día anterior. He visto el monumento a la Inmaculada Concepción de María, que el Papa visita cada 8 de diciembre y que está enfrente de la embajada española (bueno es saber dónde está, por si acaso) y a partir de aquí he sufrido una pájara en toda regla.

No tenía muy claro por dónde tirar y estaba realmente agotada. Pensaba que debería comer algo pero era pronto para comer y tarde para almorzar. Mi camino desde ese punto ha sido bastante errático, como he podido comprobar después más tranquilamente. Sólo quería llegar a un metro que me llevara al hotel. He encontrado de casualidad el Parlamento, la Columna Antonina y he ido a dar otra vez con la Fontana di Trevi. Al final me he parado a comer en un restaurante que he creído que estaba lo suficientemente alejado de la parte más turística como para que no me sablaran. Se llama "That's amore". No comáis allí.

He mirado la lista de precios y viendo que una pizza costaba 8€ he pensado que no sería demasiado caro, ¡ja!. Como cené pizza anoche, he preferido comer pasta. 10€ un plato de espaguetis a la carbonara que sólo sabían a pimienta. Juro que a mí me salen más buenos. Y lo peor, 4€ por cada Coca-cola. Me habría ido, pero me hacía falta comer. El resultado: 19,50€ por un plato de pasta horrible, dos Coca-colas y, lo mejor de todo, 1,5€ en concepto de "cubierto", jajaja.


La pinta ya no era nada del otro mundo...



Tecnología punta para la salida del agua...


Después de comer y de estar un rato sentada me sentía mucho mejor. Dando un paseo, he ido a dar ¡con un Spar! Es el primer supermercado que he visto en toda Roma. He comprado cosas "para tener en el hotel por si acaso" y me he acercado a ver la Fontana del Tritone.



Al irme de allí eran ya casi las cuatro y he pensado que era normal que estuviera cansada, llevaba 7 horas deambulando por ahí! Me he venido al hotel con la intención de echarme una siesta e ir por la noche al Trastevere. No me he puesto la alarma. Me he despertado a las 23:00h. ¡Menos mal que había comprado cosas de comer en el supermercado!

En fin, que mañana será otro día, el primero completamente sola! Me hacía mucha falta descansar y de todos modos, ya he visto muchísimas de las cosas que quería ver, así que ahora me lo voy a tomar con más tranquilidad o me va a dar algo :)

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Día 1

Madre mía... no sé por dónde empezar... Bueno, será mejor hacerlo por el principio.

Esta semana se ha celebrado en Benicàssim el Rototom (el festival europeo de reggae) y se acababa hoy. Así que cuando he llegado al aeropuerto me lo he encontrado plagado de rastafaris con sus tiendas de campaña. Esto ha creado caos sobre todo en los arcos de seguridad, porque a cada uno de ellos le han obligado a abrir su bolso y tirar las piquetas con el mosqueo de más de uno de ellos. Como es lógico, esto ha creado bastante retraso y estrés entre los que estábamos en la cola y carreras para llegar a la cola de embarque de Ryanair que no numera sus asientos por lo que cuanto antes llegues, más posibilidades de escoger asiento.

Justo cuando yo me dirigía a la cola de embarque, me ha llamado la atención ver que había dos vuelos de Ryanair a Roma Ciampino prácticamente a la misma hora. He sacado mi tarjeta de embarque para asegurarme de que me ponía en la cola correcta y me he dispuesto a embarcar. En la cola he conocido a una chica que se llamaba Patricia y juntas nos hemos ido al avión (sí, porque con Ryanair tienes que ir andando hasta la otra punta donde tienen aparcados los aviones). Allí me he dado cuenta de que era muy fácil meterse en el avión equivocado, sobre todo porque nos estábamos mezclando en el camino los pasajeros de los dos vuelos, pero (ilusamente) he pensado que para eso te revisan nuevamente la tarjeta de embarque al entrar en el avión.

He subido y sorprendentemente he encontado sitio para sentarme y para poner la maleta en la fila 6. Me he acomodado y me he dispuesto a dormir hasta llegar a Roma.

Todo ha empezado cuando un chico de handling con chaleco refractante ha entrado en el avión y se ha puesto a hablar con las azafatas. El chico se ha bajado y a los dos minutos ha vuelto a subir. Una de las azafatas ha pedido entonces que revisásemos que nuestro número de vuelo era el 9678. Nadie le ha hecho caso.

El chico ha bajado. Ha vuelto a subir. La azafata ha preguntado por megafonía por los pasajeros Flavio y Paulo Colapietro. Nadie se ha dado por aludido.

La escena se ha repetido tres veces. En dos de esas ocasiones los interpelados eran los mismos, pero en la intermedia, han preguntado por un tal Flavio Flaviantonio.

La gente empezaba a impacientarse. Las azafatas seguían pidiendo a la gente que comprobase que estaban en el vuelo correcto.

El chico de handling ha vuelto a subir y ha preguntado por Mrs. Brown. Carcajadas del pasaje, lleno de italianos rastafaris.

Más llamadas a Flavio y Paulo y entonces alguien ha caído en la cuenta de que eran sus amigos, que se volvieron a Roma una semana atrás. Más carcajadas.

El de handling sube y pregunta por un tal Cassano. Llevamos más de media hora y a la gente ya no le hace ni pizca de gracia el retraso. El chico vuelve a preguntar por Paulo y Flavio y la mitad del pasaje le grita en italiano que se fueron hace una semana.

Me acerco al chico, que es español, y le digo que porqué no pasan lista con la lista de pasajeros, que acabaremos antes. Sonríe pero no me hace caso. Nos informan por megafonía de que el problema es que entre el pasaje hay una persona que no debería estar y que también sobra una maleta.

Los amigos de Paulo y Flavio (las personas más impopulares del mundo en ese momento) les llaman por teléfono para que por favor le digan a la azafata que efectivamente ya están en Italia.

La gente está nerviosa. La toman con una de las azafatas, que se aleja llorando. La verdad es que estos italianos tienen carácter!!


El pasaje rebelándose...

Pasada una hora, por fin se ponen a pasar lista. Nos hacen sacar a todos nuestras tarjetas de embarque y sostenerlas en alto mientras uno de handling y dos azafatas hacen recuento.

Llegan al final del avión y yo creo que no aclaran nada. Alguien me dice algo de unos gemelos y noséqué. Pero al final o bien se dan por vencidos o bien deciden que les da igual y por fin despegamos.

El vuelo, de apenas hora y media, ha estado muy bien y ha sido emocionante en la aproximación al aeropuerto ver el Coliseo y la Ciudad del Vaticano desde el aire.

Al aterrizar, me he comprado la Roma Pass y me he dirigido directamente a por un taxi, ya que no tenía ninguna intención de hacer tres trasbordos con dos maletas. El taxista era un romano guapísimo que debía descender directamente de algún antiguo gladiador... Se llamaba Carlo y me ha contado que lleva el taxi para poder dedicarse a lo que realmente le gusta, el boxeo. Uno de sus bíceps, tatuado con la palabra "Carlotta" no deja lugar a dudas de su afición.

El taxi es impresionante (pongo foto para dar fe...).



Lo primero que he visto de Roma han sido descampados y más descampados. Carlo me ha preguntado si estaba sola y me ha dicho que no debería ir en transporte público más allá de las 20h.

Finalmente me ha dejado en el hotel. Ha bajado del taxi y me ha dado dos besos (igual era por la propina, no sé...) y creo que quería quedarse a charlar un poco (más que nada porque se ha sacado un cigarro y se lo ha encendido) pero yo con el retraso que llevaba por culpa del vuelo no he estado por la labor y me he despedido de él.

He subido a la habitación y me ha entrado la risa. ¡Voy a tener que dormir de costado o me caeré de la cama! Pero bueno, en peores plazas hemos toreado, la verdad.

He cogido lo que me ha parecido que iba a necesitar y me he bajado dispuesta a patear Roma.

Le he preguntado a la recepcionista por la parada del metro y una femenina voz detrás de mí me ha dicho en español con acento andaluz que ella también iba para allá y que me acompañaba si yo quería.

Se llama Victoria y ronda los 50. Ha venido sola, igual que yo. Es una mujer vivaracha, graciosa y muy espabilada. Hemos ido juntas en el metro hasta que yo me he bajado en el Coliseo. Ella me ha dicho que iba a "cronometizarse" para ir a Ciudad del Vaticano mañana antes de coger su vuelo. Nos hemos dado los teléfonos y hemos quedado en llamarnos en la Fontana di Trevi.

Tal y como me había adelantado, impresiona salir del metro y encontrarte el Coliseo justo delante, tan imponente.



He hecho la visita guiada por mi audioguía sin colas ni gente. Hacía calor, pero muy soportable gracias a la brisa que no ha dejado de soplar.

Después he visto el arco de Constantino, que me ha impresionado por la historia que tiene detrás y que además está tallada en cada uno de sus lados.

El Palatino estaba cerrado, así que me he ido por el Foro Romano hasta la Columna de Trajano. Estoy admirada con esta ciudad. A cada paso hay un trozo de historia, un pedazo de columna, un monumento, una estatua, una fuente... Yo creo que esta ciudad no te la acabas nunca!

Admirando la columna trajana estaba cuando me ha llamado Victoria. Le he dicho que aún me quedaba un ratito para llegar a la Fontana y me he dispuesto a disfrutar de la vista del monumento a Victor Manuel II (del que por cierto no he encontrado ni una reseña ni en mi guía ni en la audioguía tampoco, qué raro porque es espectacular!).

Via Corso hacia arriba y entro en una farmacia para pedir algún ungüento anti-mosquitos porque en apenas unas horas ya me han picado dos. "Es porque van a las cosas bellas" me dice el farmaceútico (uy, qué peligro tienen estos romanos). Y en cinco minutos me quedo impactada ante la belleza de la Fontana di Trevi apareciendo entre las callejuelas.

Fotos de rigor y admiro embelesada la fuente guiada por la amena narración de la audioguía.



He constatado que hacerse fotos a una misma y que además salga el monumento es harto complicado. Pero por suerte un chico se ha ofrecido a hacerme una, algo es algo. Pero resulta que antes de hacérmela con mi cámara, me hace una con una Polaroid suya. Después me la da y me dice que son 10 Euros. Me parto de la risa, ¿¿¿10 Euros por una instantánea??? Ni de coña.

Baja a 5 y le digo que niente de niente. Al final le pago un euro y medio porque me tiene hasta el moño y quiero mi cámara de vuelta, ¡menudo morro y qué inocente que soy yo!.

Sigo la tradición y lanzo dos monedas a la fuente, una para pedir un deseo y la otra para volver a esta hermosa ciudad. Yo, por si acaso, la de 2€ me la reservo para el deseo, por si sirve de algo...



Después me encuentro con la vivaracha de Victoria. ¡Cuánta energía en ese cuerpo de metro y medio! Quiere ir al Trastevere porque dice que sola no se ha atrevido a ir por la noche.

El pateo que nos damos es de escándalo y, mientras, Victoria me cuenta cómo su madre la envió de Córdoba a Ibiza con 16 años. Me habla de sus hijos y de un ex-marido maltratador del que por suerte pudo huir. De cómo rehizo su vida y se puso a estudiar a los cuarenta y pico años y cómo ahora va a empezar la carrera de educación infantil, aunque le preocupa el "espiquinglis" porque ella no lo ha estudiado nunca, pero vamos, que eso a ella a estas alturas no le va a parar.

Me maravilla la gente con ese afán de supervivencia y superación, es increíble. Me parto de la risa con ella y ella no para tampoco de reír. Al parecer hay un centro comercial que se llama Porto Romano, aunque ella lo llama Porto Pí (por el centro comercial de Mallorca) donde tienen un Furluquing (o lo que viene siendo un Foot Locker) y me cuenta historias de sus viajes a Estambul ella sola o a Egipto y de aquella vez que el hotel que se buscó ella sola por internet estaba en medio de un picadillo (o más bien "picadero" interpreto yo).

Así sin querer llegamos a la Bocca della Verità, pero está cerrada y seguimos andando. No sabemos por dónde ir así que Victoria les grita a unas señoras: "¡capischi, capischi!" en vez de "scusi!". No importa, resulta que son españolas (como miles de personas aquí) y nos indican por dónde atravesar el río y admirar el Luongotevere, ¡qué ambiente!

Yo que no he podido comer, estoy desfallecida, así que vamos a una Trattoria en el Trastevere donde me como una pizza buenísima por 7€, muy barata. Aunque la bebida sí me parece cara.

Cuando terminamos consideramos que ya es hora de volver al hotel. Ignorando los consejos de Carlo, nos vamos primero en autobús y luego en metro hasta el hotel. Por cierto, en el autobús me he colado aunque casi sin saberlo... Es que se ve que no aprendo...

Y aquí estoy, en la recepción del hotel lidiando con la conexión para publicar esto antes de caerme de sueño y de que me despierte Victoria para ir al Vaticano. Qué locura ir en domingo, no? Pero es que se va mañana y quiere verlo. Está convencida de que le dará tiempo, como se ha "cronometizado"...

No ha estado mal para ser el primer día, no? Voy a ver si duermo en esa cama de 80cms que me han dado...

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Día 0

Estoy que me caigo de sueño.

Desparramada encima de mi cama está la maleta aún a medio hacer porque hay cosas que me he llevado a mi último viaje a Mallorca que están terminándose de secar en esta tórrida noche de finales de Agosto.

Dentro, lo necesario:

- Pantalones cortos
- Camisetas frescas
- Un vestido (nunca se sabe)
- Un vaquero
- Ropa interior
- Zapatillas tiramillas
- Artilugios de higiene y cosmética varios
- Guía de Roma
- Guía de conversación en italiano
- iPod touch con 22 horas de audioguía de Roma incluidas
- Un chubasquero (por si acaso)
- Un vaporizador para refrescar las calurosas esperas
- Cámara de fotos
- Portátil
- Cargadores varios: móviles, iPod, cámara de fotos, portátil; y cables usb para dar y vender

Si a alguien piensa que me dejo algo o se le ocurre algún gadget que pudiera serme de gran ayuda, que hable ahora o que calle para siempre... porque señoras, señores, ¡¡ME VOY A ROMA!!

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Acoso en la carretera

47ºC en la autopista que une Valencia con Castellón. Estoy esta misma tarde volviendo del enésimo viaje a Mallorca este año (bueno, vale del decimosexto...) y voy por el carril de la izquierda (¡hola señores de la DGT! Sísí, perdonen ustedes, pero es que los caminoneeesss....).

Desde que he salido del peaje de Sagunto, he visto varias veces a un Nissan Micra color azul que se intenta poner a mi altura, pero los vehículos en ese carril, le obligan a quedarse atrás cada dos por tres.

Cuando finalmente lo consigue, se queda ahí y toca el cláxon. Giro la cabeza a la derecha y el conductor, para mi sorpresa, me lanza como media docena de besos.

Me hace reír por un momento porque no me lo esperaba y meneando la cabeza de un lado a otro vuelvo a clavar la vista sobre mi carril. Entonces me doy cuenta de que vuelve a intentar ponerse a mi altura. Como lo considero innecesario, no le presto más atención. Acelero un poco para intentar dejarlo atrás y resulta que él acelera también hasta ponerse justo detrás de mí. Y cuando digo "detrás" quiero decir "muy pegado" a mí. Me da miedo aminorar porque es muy posible que se estampe contra mí.

"Este tío está loco", me digo para mis adentros. Me echa las largas todo el rato y toca el cláxon de vez en cuando.

A cada rato, intenta cambiarse de carril y ponerse a mi altura. La cosa empieza a no gustarme nada, además me está haciendo ir más rápido de lo que me gustaría conducir.

Llegamos a una señal que indica una estación de servicio a 500 metros. Varias veces me echa las largas, y pone el intermitente a la derecha. Entiendo perfectamente lo que me está diciendo: "entremos en el área de servicio". Pero este tío está loco, ¿qué quiere? Y ¿en serio piensa que voy a entrar?

Le ignoro y acelero un poco más, cómo me alegro de tener un fiable coche japonés en ese momento. Pero no se da por vencido y me sigue. Por el rabillo del ojo veo que hace aspavientos cuando pasamos de largo la salida al área de servicio.

A lo largo de varias decenas de kilómetros se repite la escena. Si no consigue darme alcance en el carril de la derecha, se pone pegado a mi parachoques trasero. Me echa las largas y me hace señas raras que veo por el retrovisor.

Sinceramente no tiene ninguna gracia. Me siento muy incómoda con ese hombre acosándome, ¡que me deje en paz!

Pruebo a cambiarme al carril de la derecha, pero es peor, porque ahí sí que podrá ponerse a mi altura al no tener a nadie delante, así que me lo repienso y me vuelvo a cambiar. Él sigue cada uno de mis movimientos. ¿Hasta dónde piensa llegar?

Me doy cuenta de que faltan pocos kilómetros para llegar a mi salida de la autopista y de repente pienso que si le sigo llevando detrás, igual es capaz de salir por mi misma salida y darme alcance en el peaje. No es que tenga miedo, pero sí que me inquieta esa actitud y la velocidad a la que vamos.

Y entonces me acuerdo de algo que "alguien" hace siempre cuando está en el carril de la izquierda y algún conductor de coche súpermegapijo quiere echarle la bronca por no apartarse y dejarle pasar a velocidad supersónica: dejar que se ponga casi a su altura en el carril de la derecha y justo cuando le va a soltar algún que otro improperio (todo esto siempre que se pueda hacer de manera segura, claro), frenar y quedarse atrás, dejándole con la palabra en la boca.

Sonrío urdiendo mi plan y aminoro la marcha. Cuando el Micra azul se pone casi a mi altura, miro por el retrovisor y, como no viene nadie, freno lo suficiente como para que él me rebase e inmediatamente, pongo el intermitente y ahora me pongo yo detrás de él en el carril de la derecha.

No sé si se ha sorprendido, pero ha bajado la velocidad. Yo me mantengo a una distancia prudente mientras empiezan a llegar las indicaciones de la salida para Castellón Sur. No hago nada y, cuando veo la salida a la derecha, no pongo el intermitente, simplemente aminoro un poco más para tener más espacio y cuando sé que él ya no podría salir, pongo el intermitente y me meto.

Me da tiempo a verle levantar los brazos dentro del coche en plan "pero ¿qué haces?" y yo alucino. Igual él se pensaba que nos estábamos divirtiendo o algo...

Está claro que "raritos" hay en todas partes, ¿¿pero es que yo tengo imán o qué??

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Las cargas compartidas son menos pesadas

Mientras preparo la entrada sobre la feria de Málaga (que tiene tela...) con su podcast incluido, se me ha ocurrido viendo los comentarios que suscitaron las entradas de "¿Cuánto dura el mal de amores?" que tal vez estaría bien crear un punto de encuentro para hablar de estas cosas.

Somos muchos los que en pasado, presente y futuro estamos pasando por el dolor de una ruptura y la reconstrucción "después de", así que puede que resultase interesante juntarnos y compartir experiencias. Algunos para desahogarse, otros para olvidar, otros para ir hacia adelante aprendiendo de las experiencias de los demás y otros simplemente por ayudar a los que están donde una vez estuvieron ellos.

Esto es sólo una idea, pero se me ocurre que podríamos quedar en un horario y mantener una charla vía chat (yo me encargaría de organizarlo), chicos y chicas, como un grupo de apoyo parecido al de las pelis, ¡pero virtual!. Podría ser interesante, ¿qué me decís?

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¿Cuánto dura el mal de amores? 2ª parte.

Después de la 1ª parte de ayer, continúo con las etapas del duelo:


* Rabia. La presencia de la rabia es algo completamente normal durante el duelo. Es una fuerte emoción que nace de sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización de los hijos en contra de la otra persona. Otras veces la rabia se materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos, desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a sus ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir con la ayuda de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.


Uff... la rabia... Yo lo llamaba "ponzoña". En los 5 años que duró nuestra relación, a pesar de todos los vaivenes, jamás la había sentido. Cuando apareció, fue a lo grande.

Podía visualizarme a mí misma llena de ponzoña, de un líquido viscoso y putrefacto de color marrón pugnando por salir por mi garganta y vomitarle a él en la cara.

Le recriminaba que me hubiese dejado, que no hubiese peleado por aquello tan maravilloso que se suponía que teníamos, que él sí hubiese sido de los que huyen a refugiarse en los brazos de otra persona, que en pocos meses estuviese viviendo con ella, que diese la dirección de su casa como casa de ella, mientras yo trataba con mucho esfuerzo de recomponer los pedazos de mi corazón y, además, pasaba por la dificultad de descubrir mis muchos errores y todo lo que me quedaba de camino por recorrer mientras su propia introspección había sido nula.

Pero sabía que aquello era cosa mía. Él, me gustase o no, había decidido que no quería formar parte de mi vida y tenía que aprender a aceptarlo. Por ese motivo intenté protegerle lo mejor que pude de mis ganas de vomitarle mi ponzoña. No tenía sentido herirle, no me iba a hacer sentir mejor. A veces lo lograba y a veces no. Un día le colgué el teléfono con tal violencia que no volvimos a hablar en tres meses. Puede que él se enfadara, lo que no sabe es que aquello fue lo mejor que pude hacer por él en ese momento.

La rabia se fue diluyendo a lo largo de los meses y creo que no la siento desde principios de este 2010, aunque a veces aún percibo algún conato de escupir ponzoña cuando me veo envuelta en situaciones o de comentarios que tocan algún punto especialmente sensible. Generalmente lo sobrellevo bien, otras me enfurruño y me permito estar así porque es normal estarlo. Luego me voy a dormir y al día siguiente ni me acuerdo.


* Resignación: el adiós. Esta es la transición más difícil del proceso de duelo. No solo hay que aceptar que la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse atrapado en esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin motivación para seguir adelante.


Bueno, en mi caso particular, es difícil eso de "liberarse de ella por completo", pero estoy haciendo todo lo que puedo por librarme de él, por no tener que seguir compartiendo cosas con él.

Para mí la resignación llegó el día en que decidí aceptar que él nunca me quiso. Puede que esto no fuera necesariamente cierto, pero en definitiva a mí no me demostró que me quisiera (tanto si lo hizo internamente como si no) por lo que a efectos prácticos era lo mismo.

Fue duro renunciar a esa idea reconfortante de: "él me ama de verdad", pero dejar de aferrarme a la idea de que él me quería y por tanto algún día deberíamos volver a estar juntos fue liberador. Si él no me quería, a la fuerza mi futuro no estaba ligado al suyo y esto abría nuevas perspectivas, más motivadoras y esperanzadoras.


* Reconstrucción. En este punto hay más días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida. La persona vuelve a centrar la atención en si mismo y a sus propias necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La persona se siente mejor pero necesita construir su fortaleza desarrollando el amor propio y la seguridad en sí misma.

Aquí me encuentro. He aprendido a centrarme en mí y en lo que quiero y necesito, aunque aún no tengo ganas de conocer a otra persona. Me gustaría, sí, pero si me cayera del cielo. Lo que (aún) no tengo ganas de hacer es de ponerme proactivamente a ello, de contestar mensajitos ni de tener citas (y mucho menos a ciegas).

Y como estoy en esta fase de centrarme en lo que quiero y como no quiero lanzarme a encontrar a alguien, pues me lo concedo y soy feliz con mi decisión. Esto no significa que quiera estar soltera para siempre, ni mucho menos. Es más, sé a ciencia cierta que la felicidad de la pareja (la propia me la estoy labrando yo cada día) está a la vuelta de la esquina, tengo esa sensación.



En definitiva, ¿cuánto tarda en recomponerse un corazón roto? En mi caso llevo 18 meses y aún estoy en ello, pero creo que lo esperanzador, lo que debe animar a los que se encuentren como yo estuve/estoy son varias cosas:

- El dolor atenazante, el que hace que todas las actividades se hagan con dolor, dura a lo sumo (yo me considero un caso grave) 4 meses. Luego queda muuucho camino por recorrer, pero ya no se tiene esa tristeza profunda.

- Se sale. Se sobrevive. A ratos parece que no se puede, no se encuentra consuelo en nada, pero de verdad que se sale. Si yo, romántica empedernida, utópica, con el convencimiento de que no había otro igual que él para mí en el mundo he conseguido ir saliendo, debe ser que todo el mundo puede.

- Cuando se trabaja en cada etapa, el resultado es un sentimiento de victoria grandioso. Y un mayor conocimiento de uno mismo y un valor más alto al bienestar propio.

- Ningún día es perdido. Yo suelo decirme: "cada día que pasa es un día menos que me queda". Aunque haya sido un día duro, siempre será un escollo más que he salvado y un escollo menos que me queda.



Al final, al final de todo, soy consciente de que aún no estoy completamente curada, pero sí sé que mi camino es de una sola dirección: hacia adelante. El camino recorrido ha sido largo y viendo cada etapa, tomo conciencia de lo que he pasado, pero ya hace tiempo que empecé a vislumbrar la luz al final del túnel y esa luz cada vez es más intensa y, lo mejor de todo, más hermosa.




Fuente: Etapas del duelo y obstáculos para superar la ruptura, psicóloga Isabel S. Larraburu.

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¿Cuánto dura el mal de amores? 1ª parte.

Recuerdo la primera vez que me rompieron el corazón, fue en el año 2000. Viéndolo después con perspectiva (y por desgracia más experiencia en el tema) ni estaba tan roto ni sufrí tanto, pero entonces sí me lo parecía.

Era octubre y yo andaba como un alma en pena, con ese horrible nudo en el estómago y con la sensación de estar como embotada.

Conocí a un chico, un portugués que se llamaba Edgar y que parecía muy maduro. A él también le habían roto el corazón, así que desesperada le pregunté: "¿cuánto dura esto? ¿cuánto? ¿un año? ¿dos? ¡¿cuánto?!"

Sentía que me sería más fácil afrontar el dolor si tenía más o menos una línea de meta, si cada mes angustioso que pasara me diera al menos la recompensa de saber que me quedaba un mes menos para estar bien, como si fuera una cuenta atrás: 11... 10... 9...

La respuesta de Edgar, aunque evidente, me dejó sin esperanza: "No lo sé, depende de la persona, supongo".

No pretendo dogmatizar, pero en este año que llevo con el blog, son muchas las personas que he ido conociendo en una situación parecida a la mía y, pensando que yo estoy más avanzada (que es MUY discutible) me preguntan cómo lo hice o cuánto va a durar, igual que yo en su momento le pregunté a Edgar.

Como estoy de acuerdo con el portugués en que dependerá de cada persona, de la intensidad del vínculo que se haya roto y de muchos otros factores, sólo voy a contar cómo lo he vivido yo y sólo hablaré de las cosas que yo he observado, que no tienen porqué ser necesariamente la norma.

Yo estaba profundamente enamorada, no como en 2000. Sabía con certeza que él me hacía sentir como nadie, cada momento era especial, nunca había decaído en mí la intensidad y nunca había aparecido una sombra de duda acerca de que lo que sentía por él no lo había sentido jamás por nadie. Cuando estábamos juntos, sentía que todo estaba bien, en orden, que estaba en casa... Además teníamos un vínculo muy especial, muy fuerte y muy profundo. Pero, a pesar de que nuestra relación siempre estuvo llena de idas y de venidas, de subidas y bajadas, aquella Navidad de 2008, cuando colgué, supe que esa vez era diferente.

He conocido a gente que parece tener la capacidad de enterrar las cosas y sólo pasar de puntillas por encima de sentimientos y emociones, como si pudieran auto-anestesiarse. No digo que no sufran, pero desde luego no parecen afrontar sus sentimientos. Es lo que llaman un duelo no resuelto. Estas personas, según yo he observado, intentan saltar a otra relación, como si realmente un clavo sacara otro clavo o como si fuera más fácil superar la pérdida si no te enfrentas a tus propios fantasmas, si no ahondas en tus sentimientos.

Pero dicen que el duelo es algo que no puede permanecer enterrado para siempre, que en algún momento acaba rezumando... Porque si alguien te ha importado de verdad, más pronto o más tarde, tendrás que enfrentarte a la idea de que ya no está, de que se ha ido, de que le has perdido para siempre. No podrás esconderte para siempre.

No sé cómo habría sido en mi caso si yo hubiese sido una de esas personas con virtud de enterrador, pero creo que ser valiente para afrontar mis sentimientos, por dolorosos que fueran, me ha ayudado. He sufrido y he llorado cada lágrima que he sentido que necesitaba llorar y creo que en el proceso de recuperación he aprendido muchas cosas sobre mí misma y he crecido muchísimo. Por desgracia se confirma en mi caso eso de que de lo bueno se aprende, pero de lo malo se aprende mucho más.

Para los deseosos, como lo fui yo, de saber cuánto me duró cada etapa, intentaré definirlo por las fases típicas del duelo, que he recogido de aquí. Es importante señalar que no es algo geométrico, que no es que donde acaba una empiece otra, no. Al menos en mi caso, se entremezclan e incluso de una pasas a la anterior y luego vuelves, en una suerte de entramado complejo:

* Impacto: Es la primera reacción: una sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental. Se bloquean las emociones y es difícil concentrarse en las tareas diarias. Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa puede durar un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de síntomas físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o cansancio extremo.

En mi caso un mes sería más acertado que un día... Me sentía como atenazada, todo tenía que ver con él, con nuestra relación. El mundo seguía girando, pero yo sólo pensaba en que le había perdido. No podía dormir bien, tenía lo que llaman sueño fragmentado y en mi caso los síntomas físicos, además de lo del sueño, fueron estomacales, me sentía fatal.


* Negación: Este mecanismo, que conlleva la incapacidad de aceptar que la relación ha terminado, también sucede cuando se vive la muerte de un ser querido. Hay personas que se estancan en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona que se fue.


Para mí en mi caso, ésta es la peor de las etapas, porque a veces aún me encuentro en ella. No es algo consciente, pero ese vínculo que yo creía tener con él, hace que a veces aún me sorprenda fantaseando con que un día aparezca en el vano de mi puerta... Porque al parecer el proceso de recuperación no es lineal, sino que va dando saltos y tan pronto puedes estar muy avanzada, como sufrir algún retroceso.

La fase de negación pura y dura me duró unos 4 meses, me negaba a creer que todo hubiera terminado, simplemente no podía ser, era imposible.

Insisto, para mí, en mi caso, ésta es la fase más dura.


* Pena y depresión: Esta emoción puede afectar tanto al que abandona como al abandonado. Suele describirse como un sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es el sentimiento que impulsa a muchas personas a correr hacia otra relación, lo cual no es algo muy saludable para la curación, aunque sí comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable hablar con un psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La pena proviene no solo de la pérdida de la persona, sino del tiempo que se compartió y del fracaso del proyecto de pareja. La pena puede conducir a la depresión y es entonces cuando la persona se puede quedar estancada, a veces durante años. Si no se puede seguir adelante y superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional.


Yo no diría que llegué a deprimirme, aunque la pena era tan grande a veces que no podía comer porque tenía la congoja en la garganta y los nervios en el estómago. Otras veces, de repente estabas sonriendo o incluso riéndote, pero sólo era a veces. Lo normal, y el recuerdo más impactante que tengo de esta etapa, era el de ir caminando por la calle sintiéndome triste cuando de manera consciente ni siquiera estaba pensando en él.

También sentí la llamada de la desesperación, de saltar a otros brazos. Pero después de lo de Javi lo entendí y a partir de ahí me contuve, no quería poner parches, quería salir definitivamente de aquello, superarlo y dejarlo atrás para siempre.

Esta etapa me duró hasta después del verano de 2009 (hacía ya unos 10 meses desde la ruptura). Fue también en parte gracias a Jorge y a las miles de horas que pasamos hablando sobre ello. Tanto me ayudó que ni siquiera fui consciente de cuándo salí de esa tristeza perenne, simplemente un día intenté recordar cuánto hacía que no lloraba o que se había ido la congoja y no logré recordarlo.


* Culpa: Esta emoción es sentida por aquél que termina la relación, pero también por el abandonado. En este último caso posiblemente debido a la idea de fracaso. Al pensar sobre qué fue lo que falló, el que se culpabiliza suele razonar sobre lo que podría haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa y no saludable es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime e injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de sentir rabia hacia la ex pareja y dirigen la rabia hacia sí mismos. Creen que todo ha sido culpa suya. Habría que recordar que el remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo. Si no se consigue superar la culpa, no es posible finalizar el duelo.


Para mí ésta es la etapa más importante, la más valiosa. Todos los que nos conocen ven en él al gran culpable de nuestra ruptura, todos los que siempre creyeron (o incluso siguen creyendo) que acabaríamos juntos, opinan que fue él el que "no estuvo a la altura" de la grandeza de lo nuestro. Esto es verdad hasta cierto punto. Su mayor culpa fue huir en vez de tener el compromiso de intentar arreglar nuestros "problemas" juntos.

Pero esos "problemas" no eran únicamente causados por él. Yo tuve mi grandísima parte de culpa hasta el punto de que ahora estoy convencida de que aunque su comportamiento hubiese sido ejemplar, igual habríamos acabado separados por mi propio comportamiento.

En esta etapa, que me duró tanto que aún sigo aprendiendo de mí misma y curándome mis carencias previas incluso a conocerle, se cayó la fachada que, con tanto esfuerzo y tanto ahínco (aunque sólo semi-inconscientemente), había logrado mantener durante muchos muchos muchos años.

El resultado: una Lorena más auténtica, más en contacto con sus necesidades, emociones, sentimientos, más ligera, con menos cargas, más honesta consigo misma, con los demás, menos preocupada, menos temerosa, más tranquila y más alegre que la Lorena de los últimos... ¿25 años?




CONTINUARÁ

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El sexo adelgaza

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El otro día en el aeropuerto no pude evitar leer un artículo en la revista (creo que era la In Touch, o algo así) de la chica que se sentaba a mi lado esperando el embarque.

Que el sexo adelgaza no es una novedad. Lo que me llamó la atención fue la cantidad de calorías que según un psicólogo norteamericano se consumen:

- Desvestir a la pareja quema 120 KCal (un poquito exagerado, no?).
- Un orgasmo real consume 60 KCal.
- Un orgasmo fingido 160 (Uhmmm... interesante dato...).

Siempre había sabido que hacer el amor equivale en consumo calórico a andar o a bajar escaleras, pero si hacemos caso a este médico, en una relación de unos 30 minutos, se podrían perder:

- 120 KCal en desvestir y, puestos a quemar, 120 más si te desvistes tú mismo.
- Según una web que he consultado, durante el acto se quemarían:

* 38 KCal si se practica tranquilamente
* 48 KCal animadamente, y
* 56 KCal si se hace muy animadamente (esto mola más)

- Y finalmente 60 KCal si tienes suerte o 160 KCal si tienes aún más suerte (viéndolo desde este punto de vista, claro...........................) ¡¡o muchas veces 60 KCal si es la leche!!

En total, siempre supuestamente porque a mí me parece muy exagerado, más de 300 KCal. ¡¡Son un montón de calorías!!

¿Quién quiere hacer dieta si puede practicar sexo siendo además tan beneficioso para el cuerpo?






Ah, por cierto, el otro día me apunté al gimnasio. Me temo que con esto lo digo todo... :(

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Viernes... Sábado... Domingo...

Viernes tarde de peluquería, de hojear revistas del corazón y constatar con alivio que no conoces ni a la mitad de los que salen.

Un pequeño corte aquí, un poco de color allá y verte en el espejo igual, pero distinta.

Viernes de llegar a tu casa sonriente ya tarde y ponerte música mientras te arreglas para salir.

Algo de sushi, un par de makis y algún pequeño roce después, ir a tomar una copa en buena compañía.

Reírte y charlar y encontrarte por sorpresa con antiguos amigos.

Un concierto pésimo y las risas que produces intentando justificar a los pobres que están encima del escenario. Más risas cuando acabas admitiendo que no se puede defender lo indefendible.

Llegar a casa tarde, casi afónica de hablar a gritos y cansada.

Y no podértelo creer el Sábado por la mañana cuando abres los ojos y ves que sólo son las 8.30h y ya hace calor y tu adorable perrita piensa entonces que ya debe ser hora de levantarse y te está dando besitos.

No poder volver a quedarte dormida por el calor y resignarte a levantarte todavía más afónica que la noche anterior.

Regalarte una mañana de manicura y pedicura, de dejarse mimar, de dejarse hacer.

Y comer lo que a uno le da la gana le pese a quien le pese. Y con la panxita llena comprarte unos vuelos para ir a Málaga a la feria, que el verano está para disfrutarlo.

Echarse una siesta. Y que te despierte una llamada de trabajo. Y tener que hacer tú otra en consecuencia. Y luego otra y luego otra... Hasta que te resignas y vas a la oficina porque será más rápido.

Y devorar unas fajitas de pollo con un hambre animal y echarte en el sofá a ver una peli conmovedora.

Y despertarte el domingo con la sensación de que hoy sí, hoy sí has dormido. Y preparar las cosas para ir a la playa. Y admirarte y comentar lo bonitas que son las playas de tu ciudad y lo poco conocidas que son, pero mejor, porque por eso puedes escoger dónde poner tu toalla. Y reírte porque a las 14.00h no queda nadie en la playa porque en Castellón todo el mundo se va a comer la paella a casa.

E irte tú también a comer al maset donde te esperan la familia y una tremenda paella para 18. Después un cumpleaños y después irte corriendo a ducharte porque llegas tarde al cine.

Y, finalmente, llegar a casa agotada, morena, contenta y quedarte dormida sintiéndote todavía mecida por las olas de tu Mediterráneo.

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El conflicto de la aceituna

Hoy me han llamado al despacho de Recursos Humanos.

La pobre chica de Recursos Humanos se ha visto en la vergonzosa obligación de informarme de que al parecer mi botecito de aceitunas (tamaño mini) está creando serias perturbaciones en la paz de mi oficina.

Según me cuenta, el botecito de aceitunas (tamaño mini) que dejo en la puerta de la nevera para no entorpecer ni ocupar espacio en las baldas donde la gente suele dejar sus tuppers de comida, derrama el líquido conservante cada vez que se abre y se cierra la puerta de la nevera.

Es curioso este hecho, ya que yo abro y cierro la nevera cada día y jamás se me ha derramado ni una gota. Compungida ante semejante noticia (que sin duda hay que tratar con la máxima importancia) he ido a comprobarlo. He abierto y he cerrado la nevera cinco veces seguidas y nada, ni una micro-gota se ha derramado.

Es evidente por tanto que soy demasiado enclenque para los requerimientos de apertura y cierre que al parecer debe tener la nevera.

Contenta, no obstante, por saber que en mi empresa todo va tan bien que la mayor preocupación de algunas compañeras en el último mes (según me cuentan) es el alarmante vertimiento de líquido conservante de mi botecito de aceitunas (tamaño mini), he agradecido a Recursos Humanos que me hayan informado ya que con carácter inminente voy a poner solución a este conflicto. No quiera Dios que la cosa vaya a más y reciba una carta de amonestación.

Consciente del agravio que mi botecito de aceitunas (tamaño mini) ha podido causar, me he personado en el departamento más grande de la empresa, con quienes comparto espacio, y les he pedido disculpas por las molestias que mi botecito de aceitunas (tamaño mini) haya podido ocasionar.

Cariacontecidas, mis compañeras han expresado su ignorancia total por el caso, afirmando que ellas abren y cierran a diario la nevera y jamás han percibido derramamiento alguno. Asimismo afirman que no han oído en este último mes queja alguna sobre el asunto.

Perpleja pero con la tranquilidad que da el saber que al menos media empresa no estaba deseando lincharme, he caído en la cuenta entonces de porqué el martes mi botecito nuevo de aceitunas (tamaño mini) había desaparecido: alguien debió tirarlo a la basura en un arranque de violencia justiciera. Aturdida por el descubrimiento, he tomado una decisión que a buen seguro paliará los daños que el derramamiento, cual vertido de petróleo en el Golfo de México, haya podido causar.

A partir de mañana sin más demora, mis aceitunas descansarán a buen recaudo dentro de un bote de cristal cerrado con tapón de rosca que reutilizaré con cada nuevo botecito de aceitunas (de tamaño mini).

Espero y confío en que mis agraviadas compañeras sabrán apreciar mi esfuerzo y, aunque yo hubiese preferido algo tan simple como que alguien hubiese comentado: "¿es tuyo este botecito de aceitunas (tamaño mini)? Mira es que se vierte el líquido...", no les guardo rencor y ni siquiera buscaré venganza por el botecito de aceitunas (tamaño mini) que tan injustamente condenaron al estiércol.

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Batalla en el metro de Berlín

Ayer estaba yo surfeando por los mundos de Twitter (mi nuevo vicio) cuando Jo T., del blog Completa incompleta (y también Tisetas & Co.) se quejaba del metro de Berlín. Eso me trajo a la memoria lo que me pasó hace muchos años, tantos como más de cuatro.

Antes de nada, tengo que decir que yo soy una persona muy muy muy paciente y bastante tolerante. Para que me hagan saltar tienen que haberme tocado mucho las narices o que sea algo que me afecte mucho... como recibir un mal servicio.

Aquí donde me veis he llegado al Tribunal de Arbitraje con Amena (ahora Orange), con Muebles Max Descuento (no pongo el link que sólo falta que le dé visitas) y con alguno más. Además de no cortarme ni un pelo en pedir hojas de reclamaciones cuando me están intentando timar o cuando no me están dando lo que he pagado. Es algo que he aprendido en casa, ¡mi primera hoja de reclamaciones la puse cuando tenía 17 ó 18 años!

No penséis que soy una de esas clientas pejigueras que están dando por saco y ponen reclamaciones, no. A mí en el trabajo me llaman Erin Brockovich por defender las causas justas y por eso yo lo que no hago es dejarlo estar si me están dando gato por liebre. He puesto hojas de reclamaciones por comida en mal estado, por tardar 2 horas (de reloj) en servirme la comida, por quererme cobrar algo distinto de lo que pone en la etiqueta y cosas así y, desde luego, siempre intento no discutir ni enfadarme. Yo pido la hoja de reclamaciones y ya dirá Consumo si tengo razón o no, no me complico mucho la vida en discutir.

Y en mi experiencia tengo que decir que hay compañías que tienen un excelente servicio de atención al cliente. Por ejemplo (casos verídicos), si yo compro un pack de 6 latas de Coca-Cola y me sale una con sólo un dedo de líquido, llamo a Coca-Cola, se lo digo, ellos vienen, se la llevan y me traen una plancha de 24 Coca-Colas más como compensación. Si un batido de chocolate me sale agrio, llamo, vienen a retirarlo y me compensan con 12 litros. Si las galletas Cuétara de mi madre estaban blandas, me traen 6 kilos de galletas. Y todos ellos te llaman después para saber si estás satisfecho con su respuesta.

Pero este buen trato no es el que recibí en el metro de Berlín.

Era marzo de 2006 y yo estaba allí con mi mejor amiga y compañera por trabajo (ninguna de las dos habla ni papa de alemán). Hacía muchísimo frío e incluso la gente alemana que conocíamos nos decía que ni en diciembre había hecho tanto frío.

Por suerte la parada de metro estaba muy cerca del hotel y allá que nos fuimos por la mañana. Al llegar, compramos un ticket cada una y debo decir que me sorprendió que se pudiera entrar en la estación sin tener que pasar el ticket, así que supuse que habría revisor.

Llegamos a destino y nadie vino a comprobar el billete. Mi amiga, que había estado el año anterior, me dijo que todo el mundo se cuela en el metro de Berlín por ese motivo.

Trabajamos todo el día y por la tarde-noche (ya que ya estaba oscuro) y nevando copiosamente, volvimos al metro, compramos el ticket y nos sentamos en un vagón. Pasadas un par de paradas, se acercan dos revisores. Nos hablan en alemán, pero entendemos que quieren los billetes, así que los sacamos y se los mostramos.

Nos dicen algo en alemán y les pedimos por favor que nos lo digan en inglés. Dicen: "No habéis validado el ticket, tenéis que validar el ticket". Le dijimos que no comprendíamos a qué se referían y se dijeron algo entre ellos para acto seguido enmudecer.

Les empezamos a preguntar si había algún problema, si pasaba algo con los tickets. Ellos, sin moverse de nuestro lado, no dijeron ni una palabra. El tren paró, hubo gente que bajó, y allí seguíamos nosotras con los dos revisores al lado, mudos como estatuas.

Cuando volvimos a ponernos en marcha, volví a dirigirme a ellos, pidiéndoles por favor que nos dijeran si había algún problema. No me contestaron.

El tren volvió a parar y, por sorpresa, nos agarraron del brazo a mi amiga y a mí y nos echaron del vagón, bajándose ellos detrás de nosotras. Yo me indigné (¡jamás me habían echado de ninguna parte!) y les espeté que qué estaban haciendo.

De repente la capacidad de habla había vuelto a ellos y nos dijeron fluidamente en inglés que estábamos viajando con un ticket no válido y que debíamos pagar una multa por no validar los tickets en las máquinas.

"¿En qué máquinas? ¿dónde lo pone?" dije enfadada, "show me, show me!" les dije alzando un poco la voz y llevándome el dedo al ojo.

Se dirigieron a una máquina, como de información y, después de pasar tres pantallas en alemán, me mostraron una en español en la que ponía que los tickets debían validarse antes de entrar en la estación y nos señalaron las máquinas donde se tenían que introducir. Todo el sistema me parecía súper obsoleto.

Les dije que como ellos comprenderían, nosotras sin hablar alemán, no podíamos haber entendido qué teníamos que hacer. Mi amiga sacó su billete de ida y el mío (que habíamos guardado para justificar los gastos en la empresa) y les dijo que vieran que teníamos buena voluntad, que habíamos comprado los tickets, dos cada una, para ir y para volver, pero que no sabíamos que teníamos que ticarlos.

Los revisores nos dijeron que nanay, que teníamos que pagar una multa. Yo estaba que se me llevaban los demonios. Les dije que ésa no era una bonita forma de tratar a los extranjeros, que podían ver que nosotras habíamos comprado cuatro tickets, ¿para qué íbamos a comprar cuatro si pensásemos estafar? Les dije que en España no les trataríamos así, que fuesen más compresivos. Pero nada. Nada de nada, que la multa eran ¡¡40 Euros!!

Eso fue la gota que colmó el vaso. ¿¿¿40 Euros??? ¿¿¿ 40 Euros???. Les dije que nos estaban estafando. Me dijeron que era ese precio porque habíamos salido de la zona A en la parada anterior. Aquello era increíble, por eso no hablaron hasta que el tren se volvió a poner en marcha, ¡¡nos hicieron bajar una parada más allá para cobrarnos más!!

Me crucé de brazos y dije que me negaba a pagar. Mi amiga estaba al borde de las lágrimas y les suplicaba. Yo despotricaba en español y sólo decía en alemán: "Nein, nein, nein, polizei, polizei". Mi amiga, la pobre, desesperada me decía: "Lore, no, por favor, la policía no, qué vergüenza" Y yo le decía: "¡La policía y la embajada si hace falta! ¡Esta gente nos ha engañado!"

Pero aquello parece que era demasiado para ella y sacó la cartera y se dispuso a pagar. El hombre le expidió un papel mientras yo seguía diciendo sulfurada en mi idioma que iba a poner un cartel de "no sois bienvenidos" en el aeropuerto de Mallorca.

Entonces le dice uno de los hombres, el que llevaba la voz cantante, señalándome a mí: "Y ella 40 Euros más".

Ufff, ufff, qué calores me entraron. Le chillé: "¿¿¿80 Euros??? Pero ¡¿usted está loco?! ¡¡¡80 Euros dice, 80 Euros!!!" pero mi amiga ya estaba pagando.

Y entonces vino lo mejor: "Con este papel tenéis para tres paradas más y no podéis volver atrás en ninguna parada sin sacar un ticket nuevo".

"Ja!! Eso no lo puede decir en serio, ¡¡por 80 Euros como si quiero pasarme todo el día sentada en el metro yendo y viniendo!!".

Pero pasó de mí y se fue. Yo iba echando humo mientras volvíamos al andén. Mi amiga estaba traumatizada y yo indignada a más no poder. Nos subimos en el metro y contando la batallita (y ya riéndonos un poco) resulta que nos pasamos de parada. Cuando me di cuenta miré a mi amiga con cara compungida y ella se puso súper nerviosa: "¿Y ahora qué hacemos? ¡No podemos volver atrás!"

El tren se detuvo y ella se bajó muy trastornada del metro.

- ¡¿Dónde vas?! - le dije.
- Al hotel caminando, ¡no puede estar tan lejos!
- Pero ¿estás mal de la cabeza? ¿tú has visto la que está cayendo? ¡¡Además seguro que es una buena caminata!! Anda, no seas loca y vuelve aquí, que tú y yo nos vamos en metro al hotel como que me llamo Lorena.
- Pero Lore, nos acabamos de gastar 80 Euros que no sé cómo vamos a justificar a la empresa, ¡no podemos comprar otro billete!
- Y no lo vamos a comprar, vamos a volver con nuestros flamantes recibos de 40 Euros cada uno, y como otro revisor nos pare y nos diga que no vale, ¡te juro que armo la de San Quintín en versión alemana!

Por suerte no nos pararon más y os juro que aún ahora nos reímos a mandíbula batiente de aquello y ella me imita a mí con mi pose de "¡ja, ni de coña! Polizei, polizei!" y yo de ella y su tono lastimero diciendo: "nooo, señor, por favor... perdónenos, no ha sido con mala intención..."

30

No hay más sordo...

TÍA (mirando a ABUELA y señalándome a mí): - ¡Lorena se va a Roma!
ABUELA (mirándome a mí): - ¿Sola?
YO: - Sí
ABUELA: - ¿¿Sola??
YO: - Sí
TÍA: - ¡A buscar un romano!
ABUELA (casi a la vez que TÍA): - ¿¿¿Sola???
YO: - ¡¡No!!
ABUELA: - ¡¡Ah!!
YO: - No a lo del romano, sí a lo de Roma sola.
ABUELA:- ¡¡¿¿¿Sola???!!


Tengo la ligera impresión de que mi abuela estaba en fase de negación...

De negarse a oír mi "sí", se entiende.

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