2011: Una odisea en MI espacio
2011 ha sido un año transitorio, anodino y apático. Así será recordado... a pesar de lo mucho que he aprendido y de lo que ha significado en mi vida...
Enero empezó como casi todos los eneros, con esa ansia por hacer cosas nuevas, por cambiar, por refrescar, por ilusionar. Llevaba muy poco viviendo sola por primera vez en mi vida, por fin independizada y parecía que sí, señoras y señores, 2011 iba a ser (por fin) mi año.
Pero llegó Febrero y me di cuenta de que las cosas no eran tan diferentes. No había nada especialmente distinto en mi vida, sólo el ajetreo, o mejor dicho la ausencia de él. Había entrado en una rutina que se agradecía después de la vorágine (sobre todo emocional) de los dos últimos años. Se habían acabado las montañas rusas emocionales y había aceptado tanto mi soltería como mi falta de planes. Ya no me rebelaba, sino que más bien fantaseaba conmigo misma sobre qué cena me haría para acompañar mis series favoritas en mi recién estrenada independencia.
Lo que pasa es que para muchas personas la rutina seguro que es algo que quieren en su vida, la estabilidad que proporciona, la calma, el control. Pero yo soy "un culo inquieto", necesito aprender cosas nuevas, seguir creciendo, sentir experiencias no sentidas antes... Y la rutina empezó a devorarme lentamente.
En Marzo empezaba a estar ya cansada de lo plana que se había vuelto mi vida. Sin nadie que me emocionara, sin nada que me ilusionara especialmente. Tenía que cambiar. Y pasó algo que, aunque a algunos les pueda parecer una chorrada, a mí me revolucionó por dentro. Llegó Magdalena y con ella mi acostumbrada ilusión por vivir esas fiestas, mi semana favorita del año. Pero pasó lo que (aún) no me había pasado nunca: llegado el miércoles ya no tenía a nadie con quien salir. La gente trabajaba, iba con otra gente, estaba cansada por los días anteriores o lo que fuera y no tenía a nadie para ver las mascletàs o para ir al mesón o ver los castillos. Me noqueó la tristeza y el jueves me quedé toda la tarde llorando en casa, sintiéndome sola y desdichada. Había castillo esa noche y me dolía no ir a verlo (al fin y al cabo Magdalena sólo es una vez al año y ¿he dicho ya que es mi semana favorita?). Y entonces, tumbada en mi sofá, rebozándome en mi propia autocompasión, una voz dentro de mí dijo: "Lorena, por el amor de Dios, ¿te has ido a Roma sola y no vas a poder ir a ver un castillo de fuegos artificiales sin compañía? ¡Anda ya!". Me levanté, me sequé las lágrimas y me fui. Pasé el resto de los días absolutamente sola, nadie se sumó a mí. Y aunque me sentí fuerte por no haber dejado que la soledad me confinara a mi salón, me dije a mí misma que esto no podía volver a pasarme el año siguiente.
No mejoraba mi situación en Mayo. No sólo no avanzaba en ningún aspecto de mi vida, ni sentimental, ni laboral, ni de realización personal, sino que además la falta de sueño me consumía. Me faltaba la energía para emprender cosas nuevas y me había metido en un círculo vicioso: necesitaba cambiar cosas para quitarme de encima la frustración, pero como no tenía la energía para hacerlo, aún sentía más frustración.
Cuando llegó Junio yo simplemente ya no podía más. Ya no le contaba a nadie lo mal que me sentía, lo apática que estaba y lo poco que dormía. La gente no podía ayudarme. O si podían no lo hacían. Me cansé de tratar que me comprendieran, de que quisieran hacer cosas conmigo, de que se comportaran conmigo como yo lo habría hecho con ellos, estando con ellos, sacándoles de casa, haciendo cosas con ellos, siendo su motor al verles tan apáticos. Ellos me decían que cuando (una vez al mes) me proponían hacer algo, yo acostumbraba a decir que no. Lo que no comprendían es que no tenía la energía para hacer nada. Sólo quería dormir. Tenía la mala suerte de que mis amigos no fueran muy activos y todos tuvieran su vida hecha. Además, la gente tiende a verme muy independiente y autosuficiente, por lo que todo el mundo afirmaba estar "ahí" para mí si les neecesitaba pero nadie estaba "aquí" entendiendo que ya les estaba diciendo que les necesitaba!
Hice mal. No debí callarme. Debí haber hablado más claro y más alto si hubiese sido necesario, pero de verdad que sencillamente no podía, no encontraba ni las ganas ni las fuerzas para tener "conversaciones serias".
Y así cerré temporalmente el blog, por falta de energía. Por una parte no tenía ganas de contar mis apáticos días y por otra parte no tenía la energía para escribir, contestar comentarios y leer todos los blogs del mundo. Sigo sin tenerla, la verdad. Y la solución más sensata era ir restringiendo "actividades" que me hicieran emplear energía. Muchos pensaréis que escribir es bueno, que ayuda a desahogarse. Estoy de acuerdo, pero yo no tenía ganas. A cada uno le funciona una cosa y para mí el blog se había convertido en los últimos meses casi en una obligación en vez de en un desahogo. Tomé la mejor de las decisiones y, en parte, dejar de escribir me salvó.
En Julio la situación se agravó porque mientras yo seguía extenuada, mis amigos seguían viniendo a mí a contarme sus problemas, sus inseguridades, sus miedos, sus peleas con sus parejas... Desde siempre la gente ha venido a mí cuando ha estado mal y ahora no era una excepción. Pero el problema era que yo no podía emplear mi energía en concentrarme en sus males y en darles el mejor de los consejos o en darles empujones o en sacarles de sus errores. La necesitaba para mí y empecé a volverme muy celosa de mi energía. Empecé a decir: "lo siento pero no puedo ayudarte más". Sí, probablemente también sentía cierto despecho porque todos estuvieran "ahí" y no "aquí", pero también es cierto que, se comprenda o no, yo no podía hacer nada más. Así lo sentía. Entré en un círculo de supervivencia para que nada ni nadie me quitara mi energía. No puedo ni expresar lo importante que era mantenerla por lo escasa que era.
Tan apagada me sentía que en Agosto comprendí que no podía seguir así. Necesitaba ayuda. Fui al médico de cabecera, al mismo que me prescribió unas medicinas cuando la astenia, y le conté que desde entonces todo había ido de mal en peor. Le dije que no aguantaba más el no dormir y lo cansada y falta de energía que me sentía. Me preguntó por mi patrón de sueño, si me costaba quedarme dormida o si tenía sueño fragmentado. Le dije que mi caso era el segundo. Es un hombre muy agradable y mirándome a los ojos me preguntó: "¿Te van mal las cosas?". Y le dije que sí, que a pesar de que tenía un buen trabajo, una casa, una familia estupenda y amigos, me sentía muy frustrada, que el tiempo pasaba y veía que yo seguía igual, sin avanzar en muchos aspectos en los que necesitaba avanzar y eso me frustraba cada vez más. Me dijo que el sueño fragmentado es un indicativo de un principio de depresión, que la frustración sostenida en el tiempo podía producir apatía y las dos cosas juntas, depresión. Me contó que el cuerpo llega un momento en el que trata de adaptarse y se deprime, que se ampara en la apatía para que las cosas le afecten menos. Pero me dijo que no creía que de momento fuese grave, ya que otros indicativos al parecer los tenía bien (por ejemplo, no había perdido el apetito y seguía yendo (aunque fuera auto-obligada) al gimnasio a pesar de mi cansancio).
De ese modo me recetó unas pastillas para dormir. Un ciclo de 20 días reduciendo las dosis paulatinamente para tratar de volver a tener un patrón de sueño sano. Estaba pletórica. ¡Iba a volver a dormir! Llevaba mucho tiempo recordando lo que me habían enseñado, que en el estado anímico influyen principalmente tres factores: hacer ejercicio, seguir una buena alimentación y mantener un buen hábito de sueño. Me esforzaba por mantener los dos primeros, pero hasta ese momento no había logrado el tercero. Ésta era mi oportunidad.
En Agosto también empecé "algo" con "alguien" y aunque no albergara grandes esperanzas, Alguien es una persona muy especial para mí con la que me siento de maravilla y eso, quieras que no, también me llenó un poquito el corazón.
Me pasé casi todo Septiembre perfeccionando mi sueño. Tomaba las pastillas religiosamente y, aunque tuve alguna ocasión de salir (qué raro), lo sacrifiqué por tratar de acostarme todos los días, martes o sábado, a la misma hora. Había leído que era muy importante y yo, por primera vez en meses, estaba ilusionada con algo a priori tan poco ambicioso como dormir bien. Empecé a lograr dormir 6 - 6,5 horas seguidas. Gloria bendita. El primer día al despertarme y ver la hora casi lloré. Poco a poco la energía iba volviendo a mí.
Tuve miedo cuando el tratamiento llegó a su fin, pero confié en mí y en el régimen estricto que me había impuesto... Y funcionó. Aún hay días que duermo mal, pero son muy raras excepciones.
Con todo esto del principio de depresión, de la apatía, de la falta de sueño, llevaba meses pensando que necesitaba algo más. Nuevas perspectivas en mi vida. Había hecho muchos ejercicios de interiorización, pero sentía que lo que me faltaban eran las herramientas prácticas, que alguien me dijera: "ahora que ya sabes porqué eres como eres, tienes que hacer esto" y que realmente funcionara. Y había oído hablar mucho a Jose Luis Lozano (el coach que me dio una formación sobre la asertividad) del "mindfulness". Y tal y como el Universo a veces parece que no sólo nos envíe señales, sino que nos tira a la cara las cosas para ver si somos capaces de verlas de una vez, me sucedieron en Octubre tres cosas.
La primera fue que llevaba algunas semanas pensando en que la solución para lo que me pasó en Magdalena era apuntarme a una Gaiata, pero no sabía cuál era la que correspondía a mi nuevo barrio. Hasta había estado buscando sin éxito por Internet cuando, de repente, un día abro el buzón y tenía una carta de la Gaiata nº 2 presentándose, diciendo que con la nueva distribución de barrios, era la mía y que me invitaban a unirme a ellos y las formas de hacerlo. Increíble.
La segunda cosa que me pasó fue que el departamento de psicología de la UJI organizó un curso de mindfulness y un buen día recibí en mi correo electrónico como antigua alumna una invitación para participar. Había estado pensando en apuntarme en Valencia o donde fuera, pero ahora tenía la oportunidad, como llovida del cielo, de hacerlo en Castellón. Me apunté sin pensármelo.
Y la tercera fue que mi madre se enteró, a través de una compañera suya de trabajo de que un primo de mi padre era el organizador del iWeekend de Castellón. Yo, todavía con la energía justita, no veía eso de comprometerme a ir un fin de semana entero a currar para ayudar a alguien a montar su idea de negocio, pero mi madre insistió y yo, que en el fondo sabía que me iba a encantar la experiencia, finalmente cedí y me apunté. Lo del iWeekend es increíble, se lo recomiendo a todo el mundo, menudo ambiente, qué energía se desprende de compartir noimportacuántashoras con 50 desconocidos trabajando en equipo para ayudar desinteresadamente a una persona a realizar su sueño de empresa. Me cargó las pilas muchísimo, a pesar de haber trabajado por ejemplo el sábado de 9:00 a 22:00h.
Además se dio la circunstancia de que desde el inicio nos hicimos un grupito de gente y nos caímos muy bien y desde entonces hemos quedado varias veces para tomar algo, cenar y salir, que es precisamente lo que me cuesta más hacer con mis amigos, mucho más caseros. Sobre todo he entablado amistad con una chica, con Cris, que es una persona muy especial y con la que he quedado muchas veces aparte de con el grupo entero. Lo que no había conseguido apuntándome a un montón de cursos de meses de duración, lo conseguí en un fin de semana: por fin había conocido a gente nueva, gente con la que hacer cosas diferentes.
De modo que Noviembre empezó con el curso de mindfulness y con mi agenda un poco más llena. A esto se le sumó el hecho de que hablé tranquila pero con mucha seriedad con mi mejor amiga acerca de cómo me sentía por el hecho de que no estuvieran "aquí". Tal vez pude hacerlo porque mi depósito de energía se iba rellenando poco a poco y ya tenía como para tener una conversación seria e intensa (aunque para nada con rencor o enfado). Y salió estupendamente, ella comprendió perfectamente que se había mantenido tal vez un poco al margen, esperando que yo fuera a ella sin entender que yo simplemente no podía y que lo que necesitaba era que ella viniera a "mi rescate". Esa conversación y otro suceso un poco más adelante, también le hicieron darse cuenta de cómo de centrada había estado en su carrera profesional (lo cual es admirable) y que eso podía haber hecho que sus prioridades hubieran estado un tanto confusas no sólo conmigo, sino también con su marido y con su vida personal en general, y, desde entonces, es una persona absolutamente diferente conmigo, mucho más activa, mucho más emprendedora (una de mis quejas era que la única que proponía hacer cosas diferentes siempre era yo y me llevaba muchos noes) y mucho más cercana. Desde aquí le envío un millón de besos y un millón de gracias.
Pero lo verdaderamente relevante de Noviembre fue el curso. Me ha cambiado la vida. Aprender a meditar (aunque estoy lejos de ser experta) y, sobre todo, la técnica de EFT me han hecho darme cuenta de hasta qué punto estamos programados y hasta qué punto las cosas, hasta qué punto yo, puedo ser diferente y la importancia de centrarse en el "ahora". Años atrás vivía muy centrada en el ayer, lamentando tiempos mejores y este año había vivido muy centrada en el mañana, queriendo que llegara ya, lo que por imposible me había creado tanta frustración. Pero esto es tan extenso que, en todo caso, lo contaré en otra ocasión.
Y pasó otra cosa notable y es que el primer día del curso, mientras estaba sentada el aula esperando a que comenzara, se abrió la puerta y por ella entró una de mis amigas del instituto, aquellas de las que me había distanciado y con las que me gustaría ir retomando contacto. De hecho, poco a poco, ya lo he ido haciendo. De entre todos los cursos y horarios posibles (se podía hacer el curso en tres diferentes horarios), ella y yo coincidimos en el mismo. ¿Ley de atracción?
Así que aquí estoy, apurando Diciembre, con mucha más energía, pero mucho más celosa de ella. Como mis seguidores de Twitter saben, tuve que organizar la cena de mi cumpleaños de un día para otro porque mis amigos se iban a dispersar ¡mundialmente!. Han se iba a 11.000 Kms al Este y mi mejor amiga y su marido a 8.500 Kms al Oeste y ninguno estaría ni en mi cumpleaños ni en Navidad, así que había que preparar algo antes de que se fueran. Y aunque lo pasamos bien, la consecuencia es que ooootra vez estoy sin plan en Nochevieja. Bueno, casi sin plan, porque ayer, 29 de Diciembre, decidimos juntarnos unos pocos y hacer algo. Siempre será mejor que la Nochevieja de 2008 en la que decidí hacerle una peineta a esa noche y pasarla dándome un baño con burbujas.
Alguien, con quien empecé algo en Agosto, ha decidido que, por una serie de motivos personales, no puede seguir teniendo ese algo conmigo. Es una lástima y le echo de menos, pero lo acepto. Ahora es mucho más fácil aceptar las cosas.
Y mientras disfruto de unas merecidas vacaciones, voy trabajando en mis proyectos, esos que llevo meses teniendo pero que la falta de energía no me ha permitido sacar adelante... hasta ahora. Espero presentároslo en muy poco tiempo.
Evidentemente no es que me hayan pasado pocas cosas este año (como a todos, supongo) pero sí que de verdad la tónica del año, sobre todo viviéndola día a día, ha sido muy plana y apática. Pero, hey, no pasa nada porque... ¡2012 será mi año!