El Sr. Felipe
El Sr. Felipe me cuenta, con extraordinaria vitalidad, que es de León y que allá tiene una casona que data de 1475 y en la que incluso llegaron a hospedarse los mismísimos Reyes Católicos. Pero por casualidades de la vida sus dos hijas se han casado y viven en Castellón.
Me cuenta que vivió muchos años exiliado en Suiza y que allí aprendió a jugar al póker. Y que gracias a su temple y al control de sus gestos llegó a ganar 6.000 francos suizos. Pero se asustó, le pareció peligroso, y ahora sólo juega por diversión con los amigos al "Subastao" en el bar. Se empeña en enseñarme las normas, aunque le digo que yo ya sé jugar y cuando le pregunto si él sabe jugar al Guiñote, un juego típico y tradicional de aquí, me contesta que nunca se ha visto capaz de aprender.
El Sr. Felipe me cuenta que está pasando una temporada en Castellón, tratándose de un cáncer de pulmón y eso explica el horrible moretón que tiene en su antebrazo izquierdo.
Más tarde, en la noche, me siento en un banco delante de un descampado y observo muda el eclipse lunar. Y veo pasar por delante de mí a un hombre hablando por el móvil, a un chico corriendo con los auriculares puestos y a un grupito que, al parecer, va a grabar un corto. Y ninguno de ellos se gira, aprovechando nuestra privilegiada localización, a ver el eclipse.
Y, mientras una rodajita de la Luna empieza ya a brillar, yo pienso en el Sr. Felipe y en las maravillas que la vida y la Naturaleza nos ofrecen y en que, por desgracia muchas más veces de las que debiéramos, las banalidades de nuestro día a día no nos dejan disfrutarlas.
Mañana, si veo otra vez al Sr. Felipe, le pediré que me enseñe a jugar a La escoba, que nunca he llegado a aprender.