Acoso en la carretera
Desde que he salido del peaje de Sagunto, he visto varias veces a un Nissan Micra color azul que se intenta poner a mi altura, pero los vehículos en ese carril, le obligan a quedarse atrás cada dos por tres.
Cuando finalmente lo consigue, se queda ahí y toca el cláxon. Giro la cabeza a la derecha y el conductor, para mi sorpresa, me lanza como media docena de besos.
Me hace reír por un momento porque no me lo esperaba y meneando la cabeza de un lado a otro vuelvo a clavar la vista sobre mi carril. Entonces me doy cuenta de que vuelve a intentar ponerse a mi altura. Como lo considero innecesario, no le presto más atención. Acelero un poco para intentar dejarlo atrás y resulta que él acelera también hasta ponerse justo detrás de mí. Y cuando digo "detrás" quiero decir "muy pegado" a mí. Me da miedo aminorar porque es muy posible que se estampe contra mí.
"Este tío está loco", me digo para mis adentros. Me echa las largas todo el rato y toca el cláxon de vez en cuando.
A cada rato, intenta cambiarse de carril y ponerse a mi altura. La cosa empieza a no gustarme nada, además me está haciendo ir más rápido de lo que me gustaría conducir.
Llegamos a una señal que indica una estación de servicio a 500 metros. Varias veces me echa las largas, y pone el intermitente a la derecha. Entiendo perfectamente lo que me está diciendo: "entremos en el área de servicio". Pero este tío está loco, ¿qué quiere? Y ¿en serio piensa que voy a entrar?
Le ignoro y acelero un poco más, cómo me alegro de tener un fiable coche japonés en ese momento. Pero no se da por vencido y me sigue. Por el rabillo del ojo veo que hace aspavientos cuando pasamos de largo la salida al área de servicio.
A lo largo de varias decenas de kilómetros se repite la escena. Si no consigue darme alcance en el carril de la derecha, se pone pegado a mi parachoques trasero. Me echa las largas y me hace señas raras que veo por el retrovisor.
Sinceramente no tiene ninguna gracia. Me siento muy incómoda con ese hombre acosándome, ¡que me deje en paz!
Pruebo a cambiarme al carril de la derecha, pero es peor, porque ahí sí que podrá ponerse a mi altura al no tener a nadie delante, así que me lo repienso y me vuelvo a cambiar. Él sigue cada uno de mis movimientos. ¿Hasta dónde piensa llegar?
Me doy cuenta de que faltan pocos kilómetros para llegar a mi salida de la autopista y de repente pienso que si le sigo llevando detrás, igual es capaz de salir por mi misma salida y darme alcance en el peaje. No es que tenga miedo, pero sí que me inquieta esa actitud y la velocidad a la que vamos.
Y entonces me acuerdo de algo que "alguien" hace siempre cuando está en el carril de la izquierda y algún conductor de coche súpermegapijo quiere echarle la bronca por no apartarse y dejarle pasar a velocidad supersónica: dejar que se ponga casi a su altura en el carril de la derecha y justo cuando le va a soltar algún que otro improperio (todo esto siempre que se pueda hacer de manera segura, claro), frenar y quedarse atrás, dejándole con la palabra en la boca.
Sonrío urdiendo mi plan y aminoro la marcha. Cuando el Micra azul se pone casi a mi altura, miro por el retrovisor y, como no viene nadie, freno lo suficiente como para que él me rebase e inmediatamente, pongo el intermitente y ahora me pongo yo detrás de él en el carril de la derecha.
No sé si se ha sorprendido, pero ha bajado la velocidad. Yo me mantengo a una distancia prudente mientras empiezan a llegar las indicaciones de la salida para Castellón Sur. No hago nada y, cuando veo la salida a la derecha, no pongo el intermitente, simplemente aminoro un poco más para tener más espacio y cuando sé que él ya no podría salir, pongo el intermitente y me meto.
Me da tiempo a verle levantar los brazos dentro del coche en plan "pero ¿qué haces?" y yo alucino. Igual él se pensaba que nos estábamos divirtiendo o algo...
Está claro que "raritos" hay en todas partes, ¿¿pero es que yo tengo imán o qué??