Vaya finde
El viernes invité a mis tíos al piso para que los niños se bañaran en la piscina. He de decir que mi padre es el mayor de 8 hermanos, por lo que los pequeños se llevan muy pocos años conmigo (la más pequeña es apenas 23 meses mayor que yo).
Fui una perfecta anfitriona, compré merienda para los pequeñajos, bebidas para los mayores y pasamos una tarde agradable en familia.
Por la noche cené sola, ensalada y merluza a la romana mientras veía series en la tele.
El sábado por la mañana, mientras paseaba a Monsoon temprano, encontró algo en el césped. Se lo metió en la boca y me lo trajo. Era una cría de gorrión bastante mayorcito (aunque no lo suficiente como para volar). Dado que estaba en el suelo y que estaba frío, supuse que se había caído del nido por la noche. Consciente de que a veces las madres los buscan y les dan de comer allí donde estén, lo volví a dejar donde estaba y estuve esperando más de media hora, observando desde la distancia.
Pero el gorrioncito no pió ni una vez y ningún pájaro adulto se acercó por donde estaba, así que en vista de que tenía casi todas las plumas ya y le faltaba muy poco para poder volar, decidí intentar rescatarlo, darle una oportunidad.
Cuando lo volví a coger en la mano, volví a sentir que estaba frío y ni abrió los ojos, sólo movió un poco las patas, estaba medio muerto. Subí a casa y lo puse en una caja con un trapo con forma de nido y coloqué la caja debajo de un flexo.
Me fui a una pajarería y le compré pasta de cría de pájaros insectívoros. Me dijeron que era difícil que sobreviviera, pero yo estaba dispuesta a darle una oportunidad a ese polluelo de vivir.
Obligándole a comer estaba cuando llamó mi veterinario para darme los resultados de la última analítica de mi perra (también negativa, seguimos buscando) y le comenté lo del gorrión. Me dijo que estaba haciendo lo correcto, pero que esos animalitos son muy delicados.
Alimenté al pájaro y me fui a hacerme un tratamiento corporal que había decidido regalarme "porque yo lo valgo".
Al volver a casa, lo primero que me llamó la atención fue el piar del gorrión, ¡estaba espabiladísimo! Me puse muy contenta pensando que tal vez sí tendría una oportunidad finalmente.
Preparé pitas de pollo con cebolla caramelizada para comer para mi hermano y para mí, ya que mis padres iban a pasar el día en la playa.
Por la tarde del mismo sábado, tras unas gestiones de trabajo, me fui de compras (porque yo lo valgo, vol. II) y compré algunas cosas pensando ya en el viaje a Roma. Estuve sola toda la tarde.
De nuevo al llegar a casa sobre las nueve de la noche, el pájaro trina que trina. Ya había aprendido cuándo le estaba dando de comer y se tiraba él a por la comida.
Por la noche, pedí algo de comida japonesa, cené sola y vi "Querido John" (o "Cómo cargarte un libro en un pis-pas"). Coloqué al pájaro dentro de la jaula que había comprado esa tarde y la puse en la zona más cálida de la casa, ya que leí que muchos gorriones rescatados mueren de frío por la noche al faltarles el calor de sus padres y hermanos en el nido.
Antes de quedarme dormida, fui a ver al pájaro varias veces y constaté que estaba templado.
Ayer por la mañana el gorrión seguía durmiendo cuando me levanté. Me pareció raro porque los pájaros suelen empezar a trinar ya de buena mañana. Le obligué a comer de nuevo (no se tiraó a por la comida) y lo dejé durmiendo.
Me fui un rato a la piscina del piso, y de ahí a la paella familiar del domingo. Al terminar de comer volví a casa a darle de comer al pájaro. Seguía durmiendo y tuve la clara certeza de que estaba luchando por su vida, pero aún así quise pensar que tal vez podría recuperarse.
Me fui a la playa, porque tiene delito que viviendo al ladito del mar aún no hubiera ido en todo el verano. Lo que pasa es que no me gusta ir a la playa sola, me aburro, me agobio.
Al llegar vi las palmeras y me acordé de aquella conversación en la que me dijiste que se te hacía tan raro que aquí tuviéramos palmeras aquí y no pude evitar enviarte la foto, espero que no te hayas enfadado.
Estaba tumbada en la toalla cuando una niña de unos cuatro años pasó por mi lado llorando "mamá, mamá". Le pregunté si se había perdido, pero no me contestó y siguió corriendo, llorando y gimoteando.
Otras personas de mi alrededor le preguntaron lo mismo, pero la niña no se detenía y corría paralela a la orilla. Como vi que nadie se levantaba, me levanté yo y salí corriendo tras ella, preguntándole una y otra vez su nombre y diciéndole que parase, pero para ese entonces ya me había dado cuenta de que no entendía mi idioma.
Por pura probabilidad, pensé que tal vez fuera rumana y cuando la alcancé, le pedí a un grupo de rumanos que vi si podían preguntarle si estaba perdida. Una mujer la cogió en brazos y le hablaba en rumano pero la niña tampoco contestaba, sólo lloraba llamando a su mamá.
Una mujer, un poco más lejos me dijo que la llevase al puesto del socorrista, cosa que yo iba a hacer al ver que tampoco decía nada en rumano. Miré a la niña y ella, desde los brazos de la mujer con la que estaba, extendió los suyos hacía mí.
La cogí en brazos y me la estaba llevando hacia el puesto del socorrista cuando una mujer se acercaó con otro niño y la niña que aún no había parado de llorar casi me salta de los brazos para irse con ella. Era la madre. Estaba nerviosa, pero no atacada como creo que estaría yo si mi hija pequeña estuviese a varios cientos de metros de donde debería estar y en brazos de una desconocida.
En fin, resulta que la niña era francesa y su madre, después de preguntarme dónde la había encontrado, me dio las gracias, pero vaya, que no me pareció muy apurada la señora...
El rato en la playa estuvo bien, paseé, me bañé, estuve conmigo misma y me dio tiempo para pensar en muchas cosas.
Al volver a casa me sentía bien, a pesar de que hasta por tres veces al cambiar de emisora o encender la radio, sonó Volverte a ver de Juanes y su "porque nada valgo, porque nada tengo, si no tengo lo mejor: tu amor y compañía en mi corazón".
A la tercera me reí, pensé bien alto: "¡Que te jodan, Juanes!" y puse un CD.
Pero al llegar a casa... el pajarito estaba mal, seguía durmiendo y tuve la certeza de que no pasaría de esta noche. Intenté darle agua, no sabiendo ya si hacía lo correcto o no.
Me duché, me cambié y me fui corriendo al cine sola, pensando en qué fin de semana más solitario había pasado (salvando las comidas) y sintiendo que cada vez lo llevo mejor, aunque sigo sintiendo cierta melancolía, sobre todo los domingos por la noche, no sé porqué.
Al volver a casa, fui corriendo a ver al gorrión y me quedé a su lado porque le quedaban apenas unos minutos de vida. No entiendo porqué, si el sábado estaba trinando, ayer estaba tan mal. Había leído que estos pájaros se mueren de pena, pero pensaba que eso era un intento de explicar porqué de repente se mueren sin más. Ayer sin embargo, mientras el pobre agonizaba, me pregunté si el día anterior no habría estado llamando desesperado a su madre y, al ver que ésta no llegaba, se estaba muriendo de pena.
Cuando se quedó tumbadito de lado y ya no respiraba me puse a llorar, no sé si lloraba por el gorrión, por Monsoon, por mí misma o por todo a la vez, pero menuda llorera me pegué.
Y me enfadé. Y desde aquí me gustaría decirle al Universo, a Dios, al Karma, al Destino o a quien sea que ya estaríamos, ¿vale?. Que no pido felicidad eterna, que es cierto que tengo mis momentos de bienestar, pero una temporadita sin nervios, sin retortijones, sin angustia, sin miedo, sin enterarme de cosas que no querría saber y sin llorar, tampoco estaría mal. No mucho tampoco, con un par de semanitas me conformo.
Supongo que una también tiene derecho a tener un mal día.