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Me llamo Erin, Erin Brockovich.

Cuando era una quinceañera, al entrar en un bar para cenar con mis amigas (un bocata, que la paga no daba para más), siempre me dejaban a mí delante para que pidiera la mesa. Si estaba atrás, hasta me empujaban para que me acercara yo a pedir la mesa... y cualquier cosa que nos hiciera falta.

"Es que tú tienes más desparpajo" - me decían.

No sabía de dónde se habían sacado eso porque yo me consideraba normal, mi supuesto desparpajo no era algo que a mí me hubiese llamado la atención en ningún momento.

Sin embargo así fue durante años, incluyendo aquella noche de Magdalena contando ya con 18 años, cuando reservamos en un sitio nuevo muy temprano para que nos diera tiempo a llegar a los castillos de fuegos artificiales de las 23:00h.

Llegamos muy puntuales a las 21:00h y nos sentamos. Seríamos diez personas. A las 23:00h aún no nos habían servido la comida a todos (iban sacando por tandas) y cuando lo hicieron la mitad de las cosas o estaban quemadas o faltaban ingredientes o se les había pasado la mano con la sal. Un auténtico desastre.

El sitio tenía un horno ridículamente pequeño donde tenían que hacer desde las pizzas hasta los panecillos de los bocadillos y con eso tenían que dar abasto a todas las mesas del local.

Recuerdo que había una mesa mucho mayor que la nuestra en la que había varios niños y los padres les daban a ellos cualquier cosa de lo que iban sacándoles de la "cocina" (lo pongo entre comillas porque en realidad la cocina consistía en ese horno que estaba dentro de la barra) porque los pobres niños se morían de hambre.

Había otra mesa de chicos jóvenes y una mesa de tres. Los de la mesa de tres mientras esperaban a que les sirvieran se habían bebido ya dos botellas de vino y estaban partiéndose de la risa de la situación.

- Sácanos una tabla de patés para ir matando el hambre por lo menos. - le dijo uno a la camarera. Y cuando ésta les soltó un plato con una tarrina de paté la piara tapa negra en el centro y unos trozos de pan duro sin tostar ni nada, estallaron en carcajadas.

- ¡Ve poniéndonos los cafés! - le dijeron desternillándose - ¡A ver si así están para cuando nos terminemos los bocadillos!

Estábamos en esas pasando ya la medianoche cuando decidimos irnos. Por supuesto nos habíamos perdido los fuegos artificiales. Pedimos la cuenta y cuando nos la sacaron... nos habían metido un sablazo de los de impresión. Con tanta espera habían caído un par de litros de sangría y otro par de cerveza. Y nos querían cobrar 1.500 pesetas (9€) de las de entonces (estoy hablando de hace 14 años) por cada litro.

Eso fue la gota que colmó el vaso. Yo no me estaba enterando de eso porque estábamos todos de pie en la caja registradora del bar, pero yo estaba atrás riéndome con los de la tabla de paté(s), que tenían una fiesta montada entre los tres para morirse de la risa. Oí que me llamaban a gritos y me acerqué a ver qué pasaba. Dos de mis amigas me explicaban exaltadas el atraco con obvia indignación.

- ¡¡¿Qué hacemos?!! - me preguntaba una.
- ¡¡Yo no pienso pagar este atraco después de lo mal que nos han servido y lo mal que hemos comido!! - decía la otra.

- No pasa nada - dije yo- Pediremos una hoja de reclamaciones.
- Eso, eso, ¡pídela Lore!

Y del mismo modo en que solía ponerme delante para pedir mesa, me acerqué a la barra a pedir una hoja de reclamaciones.

El dueño, indignado (creo que me llegó a llamar "mocosa impertinente") me dijo que como acaban de abrir, las hojas estaban aún en la gestoría. Me gritó y me dijo que cómo teníamos la desfachatez de reclamar cuando nos habían dado de comer a un precio (según él) totalmente razonable.

Tranquilamente le pedí la lista de precios para comprobar lo que me estaba diciendo. No me la dio. Claro, no podía dármela porque él sabía que estaba inflando los precios para intentar aprovecharse de que eran fiestas... y de paso aprovecharse de esa panda de chicas jovencitas.

Le volví a pedir la hoja de reclamaciones. Volvió a decirme que estaba en la gestoría. Le dije que ese no era mi problema y que o me daba la hoja de reclamaciones o llamaba a la policía local y, como seguramente él sabría muy bien, vendrían y le cerrarían el chiringuito inmediatamente por no cumplir con este requisito.

De repente se tranquilizó, dejó de gritarme y se fue a hablar con su mujer. Un chico de otra mesa se acercó porque ellos, hartos de esperar a que les sirvieran los bocadillos y después de haber consumido 3 litros de sangría en la espera, habían pedido también la cuenta y estaban alucinando con el precio. Le conté lo que estaba sucediendo, se indignó y se acercó a donde estaba el dueño:

- ¿Ves esto? - dijo señalando el ticket con el importe de los litros de sangría. Y en un par de movimientos rápidos, lo rompió en varios pedazos. Se reunió con sus amigos y se fueron del local.
El dueño me miró y farfulló algo muy enfadado que claramente iba dirigido a mí.

- De ninguna de las maneras vais a iros sin pagar - me dijo.
- No es nuestra intención, señor, pero tampoco vamos a pagar lo que nos está diciendo. Así que tal y como yo lo veo, o me enseña la lista de precios o se muestra usted más razonable o llamo a la policía y que sea lo que Dios quiera.

Lo dije muy serena, aunque en verdad sentía por dentro el típico "run-run" por enfrentarme a una situación conflictiva. Nos rebajó el precio a uno más sensato y además nos hizo un vale para ir a cenar otro día gratis. A todos nos pareció un buen trato, aunque después de esa segunda vez ninguno pensaba volver a poner los pies en ese sitio.

Al salir del local, mis amigas me preguntaron: "¿Cómo sabías qué hacer y qué decir? ¿Cómo estabas tan tranquila?". De nuevo me sorprendían sus preguntas puesto que yo lo he vivido desde mi infancia. Mis padres y sus amigos nunca han sido injustos ni han intentado aprovecharse en ningún sitio, pero han reclamado siempre que les ha parecido que recibían un mal servicio. Simplemente lo he visto desde siempre.

Aquel día fue la primera vez (de unas cuantas... o muchas...) que pedí una hoja de reclamaciones. Esta enseñanza que me inculcaron mis padres desde niña me ha valido con el paso de los años el apodo de "Erin Brokovich".

Poco a poco os iré contando mis aventuras desde esos tiernos 18 años...

18 Comments


¡Hooombre!... así que tú eres la famosa Erin Brokovich de Castellón... he oído hablar mucho de ti... ¡hasta en Alaska! ;P

En serio, entre los cursos de formación a "tus niños" ya podías impartir uno de "cómo ser una buena Erin", para su beneficio y para perjuicio de una gran colección de sinverg... que hay por ahí sueltos ¬¬ ¡Bien por ti, Erin! xD


Señora Brockovich española, no está mal reclamar cuando es oportuno hacerlo. Se dice que los españoles protestamos mucho de palabra pero, a la hora de la verdad, no damos el paso de dejarlo por escrito. Así nos va en algunos casos.
También se dice que, por cada carta al director de un periódico quejándose de algo, hay otras cien personas afectadas que podrían hacerlo, pero no lo hacen. Quizás sea cierto, no hay más que ver el número de perjudicados por el paro salvaje de los controladores y el número de individuos que han reclamado finalmente.


ajjajajjaja
Jo coleguita!
Suerte tuvo el del bar!!
Que si en vez de tomartelo como Erin Brokovitch te lo tomas con una katana y un chandal amarillo a lo Kill Bill............
jajajajajaja
Muero de la risa
JAJAJA


Yo también he pedido alguna vez una hoja de reclamaciones, pero nunca con serenidad y naturalidad, me cuesta, me cuesta y habría que hacerlo.


Gran película.
Y gran personaje! Si tú además lo llevas a cabo en tu vida, me alegro; no todo el mundo es capaz de quejarse y hacer prevalecer sus derechos. Como tú comentas, hay que saber reclamar cuando es injusto; sólo he utilizado una vez la hoja de reclamaciones, el bar sigue abierto, pero yo no lo vuelvo a pisar.
saludos,


Jajaja CarlosM! Esa soy yo, sí señor!! Ojalá todos (de manera educada, claro está) reclamásemos más...
Besos!


Hola Prejubilado! Muy cierto. Algunas estadísticas de reclamaciones apuntan a que por cada persona que se queja, hay 25 que no lo hacen pero nunca volverán...
Besos!


Jajaja Pérfida! Suerte o que me pilló verde! :P
Besos!


Hola claudia! Lo cierto es que a todos nos cuesta enfrentarnos a una situación conflictiva, pero yo es que lo tengo muy claro!
Besos!


Hola meloenvuelvepararegalo! Y es un personaje real! Yo siempre digo que todo el mundo puede cometer errores (ya contaré lo que le pasó a mi pelo), la cuestión es cómo los resuelvan!
Besos!


Tienes un desparpajo impresionante. Nunca olvidaré el comentario que me dedicaste el 22 de agosto de 2009 a las 3:43 horas. Creo que desde ese momento empezaste a ser especial para mí.

Besos!


Hola Lorena.

Pues me parece genial que con 18 años (y algo de sangría en el cuerpo) tuvieras la serenidad para reclamar lo que era justo. Y como ha dicho Pérfida, menos mal que no te salió la vena Kill Bill.
Entre los cursos de IE, las lecciones de asertividad y los consejos para reclamar correctamente.... eres una mina como psicóloga.

Besos.


A mi me parece genial reclamar cuando es necesario, he aprendido que aquí si no dices en segun que restaurantes que no quieres pagar el service charge, te lo clavan por la cara. Y encima es dinero que ni va a los camereros sino al jefe! Mucho morro tiene la gente


Eso en la mayoria de grupos de amigos suele suceder, siempre hay un@ que suele ser el mas maduro y que mas tablas tiene para los asuntos con adultos. En tu grupo te toco a ti, pero eso curte, jejeje. A mi me falla mostrarme sereno, no puedo, si me han hecho enfadar me han hecho enfadar y eso ya no lo remedia nadie.


Pues menos mal que estabas tú, porque si llega a ser por tus amigas, os estafan por todo el morro... hay que ver la de "aprovechaos" que hay en todas partes, eh?

Un besito!


Uhmmm...
Veo que has abierto hasta una sección nueva para Erin Brockovich. Promete que tienes cosas que contar...

Aunque sólo fuera por una cuestión estadística (por poco frecuente), ser capaz de reclamar con desprapajo tiene su valor. Por algún motivo, la mayoría no creemos que vayamos a conseguir nada, y no lo hacemos aunque tengamos razón.
Y seguro que tú, que nos has contado alguna entrevista de trabajo que has realizado, si ves esa actitud en los entrevistados, también lo aprecias mucho.

No sé si has estudiado derecho, pero si algún día os contaminan el Mijares con cromo hexavalente, te veo poniéndole una querella a las fábricas del lugar...

Saludos.


Madre mia del amor hermoso, 1500 pesetas por litro y a mi me costaba 400 y aun asi me parecía caro. Suele pasar en todos los sitios, llegan las fiestas y gente sin un mínimo de decencia trata de aprovechar la situación. Se aprovechan de que la gente no es como tú , prefieren evitar el problema a exigir sus derechos.


Me saco el sombrero, Lore.

Saludos.

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