Día 1
Esta semana se ha celebrado en Benicàssim el Rototom (el festival europeo de reggae) y se acababa hoy. Así que cuando he llegado al aeropuerto me lo he encontrado plagado de rastafaris con sus tiendas de campaña. Esto ha creado caos sobre todo en los arcos de seguridad, porque a cada uno de ellos le han obligado a abrir su bolso y tirar las piquetas con el mosqueo de más de uno de ellos. Como es lógico, esto ha creado bastante retraso y estrés entre los que estábamos en la cola y carreras para llegar a la cola de embarque de Ryanair que no numera sus asientos por lo que cuanto antes llegues, más posibilidades de escoger asiento.
Justo cuando yo me dirigía a la cola de embarque, me ha llamado la atención ver que había dos vuelos de Ryanair a Roma Ciampino prácticamente a la misma hora. He sacado mi tarjeta de embarque para asegurarme de que me ponía en la cola correcta y me he dispuesto a embarcar. En la cola he conocido a una chica que se llamaba Patricia y juntas nos hemos ido al avión (sí, porque con Ryanair tienes que ir andando hasta la otra punta donde tienen aparcados los aviones). Allí me he dado cuenta de que era muy fácil meterse en el avión equivocado, sobre todo porque nos estábamos mezclando en el camino los pasajeros de los dos vuelos, pero (ilusamente) he pensado que para eso te revisan nuevamente la tarjeta de embarque al entrar en el avión.
He subido y sorprendentemente he encontado sitio para sentarme y para poner la maleta en la fila 6. Me he acomodado y me he dispuesto a dormir hasta llegar a Roma.
Todo ha empezado cuando un chico de handling con chaleco refractante ha entrado en el avión y se ha puesto a hablar con las azafatas. El chico se ha bajado y a los dos minutos ha vuelto a subir. Una de las azafatas ha pedido entonces que revisásemos que nuestro número de vuelo era el 9678. Nadie le ha hecho caso.
El chico ha bajado. Ha vuelto a subir. La azafata ha preguntado por megafonía por los pasajeros Flavio y Paulo Colapietro. Nadie se ha dado por aludido.
La escena se ha repetido tres veces. En dos de esas ocasiones los interpelados eran los mismos, pero en la intermedia, han preguntado por un tal Flavio Flaviantonio.
La gente empezaba a impacientarse. Las azafatas seguían pidiendo a la gente que comprobase que estaban en el vuelo correcto.
El chico de handling ha vuelto a subir y ha preguntado por Mrs. Brown. Carcajadas del pasaje, lleno de italianos rastafaris.
Más llamadas a Flavio y Paulo y entonces alguien ha caído en la cuenta de que eran sus amigos, que se volvieron a Roma una semana atrás. Más carcajadas.
El de handling sube y pregunta por un tal Cassano. Llevamos más de media hora y a la gente ya no le hace ni pizca de gracia el retraso. El chico vuelve a preguntar por Paulo y Flavio y la mitad del pasaje le grita en italiano que se fueron hace una semana.
Me acerco al chico, que es español, y le digo que porqué no pasan lista con la lista de pasajeros, que acabaremos antes. Sonríe pero no me hace caso. Nos informan por megafonía de que el problema es que entre el pasaje hay una persona que no debería estar y que también sobra una maleta.
Los amigos de Paulo y Flavio (las personas más impopulares del mundo en ese momento) les llaman por teléfono para que por favor le digan a la azafata que efectivamente ya están en Italia.
La gente está nerviosa. La toman con una de las azafatas, que se aleja llorando. La verdad es que estos italianos tienen carácter!!
El pasaje rebelándose...
Pasada una hora, por fin se ponen a pasar lista. Nos hacen sacar a todos nuestras tarjetas de embarque y sostenerlas en alto mientras uno de handling y dos azafatas hacen recuento.
Llegan al final del avión y yo creo que no aclaran nada. Alguien me dice algo de unos gemelos y noséqué. Pero al final o bien se dan por vencidos o bien deciden que les da igual y por fin despegamos.
El vuelo, de apenas hora y media, ha estado muy bien y ha sido emocionante en la aproximación al aeropuerto ver el Coliseo y la Ciudad del Vaticano desde el aire.
Al aterrizar, me he comprado la Roma Pass y me he dirigido directamente a por un taxi, ya que no tenía ninguna intención de hacer tres trasbordos con dos maletas. El taxista era un romano guapísimo que debía descender directamente de algún antiguo gladiador... Se llamaba Carlo y me ha contado que lleva el taxi para poder dedicarse a lo que realmente le gusta, el boxeo. Uno de sus bíceps, tatuado con la palabra "Carlotta" no deja lugar a dudas de su afición.
El taxi es impresionante (pongo foto para dar fe...).
Lo primero que he visto de Roma han sido descampados y más descampados. Carlo me ha preguntado si estaba sola y me ha dicho que no debería ir en transporte público más allá de las 20h.
Finalmente me ha dejado en el hotel. Ha bajado del taxi y me ha dado dos besos (igual era por la propina, no sé...) y creo que quería quedarse a charlar un poco (más que nada porque se ha sacado un cigarro y se lo ha encendido) pero yo con el retraso que llevaba por culpa del vuelo no he estado por la labor y me he despedido de él.
He subido a la habitación y me ha entrado la risa. ¡Voy a tener que dormir de costado o me caeré de la cama! Pero bueno, en peores plazas hemos toreado, la verdad.
He cogido lo que me ha parecido que iba a necesitar y me he bajado dispuesta a patear Roma.
Le he preguntado a la recepcionista por la parada del metro y una femenina voz detrás de mí me ha dicho en español con acento andaluz que ella también iba para allá y que me acompañaba si yo quería.
Se llama Victoria y ronda los 50. Ha venido sola, igual que yo. Es una mujer vivaracha, graciosa y muy espabilada. Hemos ido juntas en el metro hasta que yo me he bajado en el Coliseo. Ella me ha dicho que iba a "cronometizarse" para ir a Ciudad del Vaticano mañana antes de coger su vuelo. Nos hemos dado los teléfonos y hemos quedado en llamarnos en la Fontana di Trevi.
Tal y como me había adelantado, impresiona salir del metro y encontrarte el Coliseo justo delante, tan imponente.
He hecho la visita guiada por mi audioguía sin colas ni gente. Hacía calor, pero muy soportable gracias a la brisa que no ha dejado de soplar.
Después he visto el arco de Constantino, que me ha impresionado por la historia que tiene detrás y que además está tallada en cada uno de sus lados.
El Palatino estaba cerrado, así que me he ido por el Foro Romano hasta la Columna de Trajano. Estoy admirada con esta ciudad. A cada paso hay un trozo de historia, un pedazo de columna, un monumento, una estatua, una fuente... Yo creo que esta ciudad no te la acabas nunca!
Admirando la columna trajana estaba cuando me ha llamado Victoria. Le he dicho que aún me quedaba un ratito para llegar a la Fontana y me he dispuesto a disfrutar de la vista del monumento a Victor Manuel II (del que por cierto no he encontrado ni una reseña ni en mi guía ni en la audioguía tampoco, qué raro porque es espectacular!).
Via Corso hacia arriba y entro en una farmacia para pedir algún ungüento anti-mosquitos porque en apenas unas horas ya me han picado dos. "Es porque van a las cosas bellas" me dice el farmaceútico (uy, qué peligro tienen estos romanos). Y en cinco minutos me quedo impactada ante la belleza de la Fontana di Trevi apareciendo entre las callejuelas.
Fotos de rigor y admiro embelesada la fuente guiada por la amena narración de la audioguía.
He constatado que hacerse fotos a una misma y que además salga el monumento es harto complicado. Pero por suerte un chico se ha ofrecido a hacerme una, algo es algo. Pero resulta que antes de hacérmela con mi cámara, me hace una con una Polaroid suya. Después me la da y me dice que son 10 Euros. Me parto de la risa, ¿¿¿10 Euros por una instantánea??? Ni de coña.
Baja a 5 y le digo que niente de niente. Al final le pago un euro y medio porque me tiene hasta el moño y quiero mi cámara de vuelta, ¡menudo morro y qué inocente que soy yo!.
Sigo la tradición y lanzo dos monedas a la fuente, una para pedir un deseo y la otra para volver a esta hermosa ciudad. Yo, por si acaso, la de 2€ me la reservo para el deseo, por si sirve de algo...
Después me encuentro con la vivaracha de Victoria. ¡Cuánta energía en ese cuerpo de metro y medio! Quiere ir al Trastevere porque dice que sola no se ha atrevido a ir por la noche.
El pateo que nos damos es de escándalo y, mientras, Victoria me cuenta cómo su madre la envió de Córdoba a Ibiza con 16 años. Me habla de sus hijos y de un ex-marido maltratador del que por suerte pudo huir. De cómo rehizo su vida y se puso a estudiar a los cuarenta y pico años y cómo ahora va a empezar la carrera de educación infantil, aunque le preocupa el "espiquinglis" porque ella no lo ha estudiado nunca, pero vamos, que eso a ella a estas alturas no le va a parar.
Me maravilla la gente con ese afán de supervivencia y superación, es increíble. Me parto de la risa con ella y ella no para tampoco de reír. Al parecer hay un centro comercial que se llama Porto Romano, aunque ella lo llama Porto Pí (por el centro comercial de Mallorca) donde tienen un Furluquing (o lo que viene siendo un Foot Locker) y me cuenta historias de sus viajes a Estambul ella sola o a Egipto y de aquella vez que el hotel que se buscó ella sola por internet estaba en medio de un picadillo (o más bien "picadero" interpreto yo).
Así sin querer llegamos a la Bocca della Verità, pero está cerrada y seguimos andando. No sabemos por dónde ir así que Victoria les grita a unas señoras: "¡capischi, capischi!" en vez de "scusi!". No importa, resulta que son españolas (como miles de personas aquí) y nos indican por dónde atravesar el río y admirar el Luongotevere, ¡qué ambiente!
Yo que no he podido comer, estoy desfallecida, así que vamos a una Trattoria en el Trastevere donde me como una pizza buenísima por 7€, muy barata. Aunque la bebida sí me parece cara.
Cuando terminamos consideramos que ya es hora de volver al hotel. Ignorando los consejos de Carlo, nos vamos primero en autobús y luego en metro hasta el hotel. Por cierto, en el autobús me he colado aunque casi sin saberlo... Es que se ve que no aprendo...
Y aquí estoy, en la recepción del hotel lidiando con la conexión para publicar esto antes de caerme de sueño y de que me despierte Victoria para ir al Vaticano. Qué locura ir en domingo, no? Pero es que se va mañana y quiere verlo. Está convencida de que le dará tiempo, como se ha "cronometizado"...
No ha estado mal para ser el primer día, no? Voy a ver si duermo en esa cama de 80cms que me han dado...