Batalla en el metro de Berlín
Antes de nada, tengo que decir que yo soy una persona muy muy muy paciente y bastante tolerante. Para que me hagan saltar tienen que haberme tocado mucho las narices o que sea algo que me afecte mucho... como recibir un mal servicio.
Aquí donde me veis he llegado al Tribunal de Arbitraje con Amena (ahora Orange), con Muebles Max Descuento (no pongo el link que sólo falta que le dé visitas) y con alguno más. Además de no cortarme ni un pelo en pedir hojas de reclamaciones cuando me están intentando timar o cuando no me están dando lo que he pagado. Es algo que he aprendido en casa, ¡mi primera hoja de reclamaciones la puse cuando tenía 17 ó 18 años!
No penséis que soy una de esas clientas pejigueras que están dando por saco y ponen reclamaciones, no. A mí en el trabajo me llaman Erin Brockovich por defender las causas justas y por eso yo lo que no hago es dejarlo estar si me están dando gato por liebre. He puesto hojas de reclamaciones por comida en mal estado, por tardar 2 horas (de reloj) en servirme la comida, por quererme cobrar algo distinto de lo que pone en la etiqueta y cosas así y, desde luego, siempre intento no discutir ni enfadarme. Yo pido la hoja de reclamaciones y ya dirá Consumo si tengo razón o no, no me complico mucho la vida en discutir.
Y en mi experiencia tengo que decir que hay compañías que tienen un excelente servicio de atención al cliente. Por ejemplo (casos verídicos), si yo compro un pack de 6 latas de Coca-Cola y me sale una con sólo un dedo de líquido, llamo a Coca-Cola, se lo digo, ellos vienen, se la llevan y me traen una plancha de 24 Coca-Colas más como compensación. Si un batido de chocolate me sale agrio, llamo, vienen a retirarlo y me compensan con 12 litros. Si las galletas Cuétara de mi madre estaban blandas, me traen 6 kilos de galletas. Y todos ellos te llaman después para saber si estás satisfecho con su respuesta.
Pero este buen trato no es el que recibí en el metro de Berlín.
Era marzo de 2006 y yo estaba allí con mi mejor amiga y compañera por trabajo (ninguna de las dos habla ni papa de alemán). Hacía muchísimo frío e incluso la gente alemana que conocíamos nos decía que ni en diciembre había hecho tanto frío.
Por suerte la parada de metro estaba muy cerca del hotel y allá que nos fuimos por la mañana. Al llegar, compramos un ticket cada una y debo decir que me sorprendió que se pudiera entrar en la estación sin tener que pasar el ticket, así que supuse que habría revisor.
Llegamos a destino y nadie vino a comprobar el billete. Mi amiga, que había estado el año anterior, me dijo que todo el mundo se cuela en el metro de Berlín por ese motivo.
Trabajamos todo el día y por la tarde-noche (ya que ya estaba oscuro) y nevando copiosamente, volvimos al metro, compramos el ticket y nos sentamos en un vagón. Pasadas un par de paradas, se acercan dos revisores. Nos hablan en alemán, pero entendemos que quieren los billetes, así que los sacamos y se los mostramos.
Nos dicen algo en alemán y les pedimos por favor que nos lo digan en inglés. Dicen: "No habéis validado el ticket, tenéis que validar el ticket". Le dijimos que no comprendíamos a qué se referían y se dijeron algo entre ellos para acto seguido enmudecer.
Les empezamos a preguntar si había algún problema, si pasaba algo con los tickets. Ellos, sin moverse de nuestro lado, no dijeron ni una palabra. El tren paró, hubo gente que bajó, y allí seguíamos nosotras con los dos revisores al lado, mudos como estatuas.
Cuando volvimos a ponernos en marcha, volví a dirigirme a ellos, pidiéndoles por favor que nos dijeran si había algún problema. No me contestaron.
El tren volvió a parar y, por sorpresa, nos agarraron del brazo a mi amiga y a mí y nos echaron del vagón, bajándose ellos detrás de nosotras. Yo me indigné (¡jamás me habían echado de ninguna parte!) y les espeté que qué estaban haciendo.
De repente la capacidad de habla había vuelto a ellos y nos dijeron fluidamente en inglés que estábamos viajando con un ticket no válido y que debíamos pagar una multa por no validar los tickets en las máquinas.
"¿En qué máquinas? ¿dónde lo pone?" dije enfadada, "show me, show me!" les dije alzando un poco la voz y llevándome el dedo al ojo.
Se dirigieron a una máquina, como de información y, después de pasar tres pantallas en alemán, me mostraron una en español en la que ponía que los tickets debían validarse antes de entrar en la estación y nos señalaron las máquinas donde se tenían que introducir. Todo el sistema me parecía súper obsoleto.
Les dije que como ellos comprenderían, nosotras sin hablar alemán, no podíamos haber entendido qué teníamos que hacer. Mi amiga sacó su billete de ida y el mío (que habíamos guardado para justificar los gastos en la empresa) y les dijo que vieran que teníamos buena voluntad, que habíamos comprado los tickets, dos cada una, para ir y para volver, pero que no sabíamos que teníamos que ticarlos.
Los revisores nos dijeron que nanay, que teníamos que pagar una multa. Yo estaba que se me llevaban los demonios. Les dije que ésa no era una bonita forma de tratar a los extranjeros, que podían ver que nosotras habíamos comprado cuatro tickets, ¿para qué íbamos a comprar cuatro si pensásemos estafar? Les dije que en España no les trataríamos así, que fuesen más compresivos. Pero nada. Nada de nada, que la multa eran ¡¡40 Euros!!
Eso fue la gota que colmó el vaso. ¿¿¿40 Euros??? ¿¿¿ 40 Euros???. Les dije que nos estaban estafando. Me dijeron que era ese precio porque habíamos salido de la zona A en la parada anterior. Aquello era increíble, por eso no hablaron hasta que el tren se volvió a poner en marcha, ¡¡nos hicieron bajar una parada más allá para cobrarnos más!!
Me crucé de brazos y dije que me negaba a pagar. Mi amiga estaba al borde de las lágrimas y les suplicaba. Yo despotricaba en español y sólo decía en alemán: "Nein, nein, nein, polizei, polizei". Mi amiga, la pobre, desesperada me decía: "Lore, no, por favor, la policía no, qué vergüenza" Y yo le decía: "¡La policía y la embajada si hace falta! ¡Esta gente nos ha engañado!"
Pero aquello parece que era demasiado para ella y sacó la cartera y se dispuso a pagar. El hombre le expidió un papel mientras yo seguía diciendo sulfurada en mi idioma que iba a poner un cartel de "no sois bienvenidos" en el aeropuerto de Mallorca.
Entonces le dice uno de los hombres, el que llevaba la voz cantante, señalándome a mí: "Y ella 40 Euros más".
Ufff, ufff, qué calores me entraron. Le chillé: "¿¿¿80 Euros??? Pero ¡¿usted está loco?! ¡¡¡80 Euros dice, 80 Euros!!!" pero mi amiga ya estaba pagando.
Y entonces vino lo mejor: "Con este papel tenéis para tres paradas más y no podéis volver atrás en ninguna parada sin sacar un ticket nuevo".
"Ja!! Eso no lo puede decir en serio, ¡¡por 80 Euros como si quiero pasarme todo el día sentada en el metro yendo y viniendo!!".
Pero pasó de mí y se fue. Yo iba echando humo mientras volvíamos al andén. Mi amiga estaba traumatizada y yo indignada a más no poder. Nos subimos en el metro y contando la batallita (y ya riéndonos un poco) resulta que nos pasamos de parada. Cuando me di cuenta miré a mi amiga con cara compungida y ella se puso súper nerviosa: "¿Y ahora qué hacemos? ¡No podemos volver atrás!"
El tren se detuvo y ella se bajó muy trastornada del metro.
- ¡¿Dónde vas?! - le dije.
- Al hotel caminando, ¡no puede estar tan lejos!
- Pero ¿estás mal de la cabeza? ¿tú has visto la que está cayendo? ¡¡Además seguro que es una buena caminata!! Anda, no seas loca y vuelve aquí, que tú y yo nos vamos en metro al hotel como que me llamo Lorena.
- Pero Lore, nos acabamos de gastar 80 Euros que no sé cómo vamos a justificar a la empresa, ¡no podemos comprar otro billete!
- Y no lo vamos a comprar, vamos a volver con nuestros flamantes recibos de 40 Euros cada uno, y como otro revisor nos pare y nos diga que no vale, ¡te juro que armo la de San Quintín en versión alemana!
Por suerte no nos pararon más y os juro que aún ahora nos reímos a mandíbula batiente de aquello y ella me imita a mí con mi pose de "¡ja, ni de coña! Polizei, polizei!" y yo de ella y su tono lastimero diciendo: "nooo, señor, por favor... perdónenos, no ha sido con mala intención..."