¿Cuánto dura el mal de amores? 2ª parte.
* Rabia. La presencia de la rabia es algo completamente normal durante el duelo. Es una fuerte emoción que nace de sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización de los hijos en contra de la otra persona. Otras veces la rabia se materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos, desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a sus ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir con la ayuda de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.
Uff... la rabia... Yo lo llamaba "ponzoña". En los 5 años que duró nuestra relación, a pesar de todos los vaivenes, jamás la había sentido. Cuando apareció, fue a lo grande.
Podía visualizarme a mí misma llena de ponzoña, de un líquido viscoso y putrefacto de color marrón pugnando por salir por mi garganta y vomitarle a él en la cara.
Le recriminaba que me hubiese dejado, que no hubiese peleado por aquello tan maravilloso que se suponía que teníamos, que él sí hubiese sido de los que huyen a refugiarse en los brazos de otra persona, que en pocos meses estuviese viviendo con ella, que diese la dirección de su casa como casa de ella, mientras yo trataba con mucho esfuerzo de recomponer los pedazos de mi corazón y, además, pasaba por la dificultad de descubrir mis muchos errores y todo lo que me quedaba de camino por recorrer mientras su propia introspección había sido nula.
Pero sabía que aquello era cosa mía. Él, me gustase o no, había decidido que no quería formar parte de mi vida y tenía que aprender a aceptarlo. Por ese motivo intenté protegerle lo mejor que pude de mis ganas de vomitarle mi ponzoña. No tenía sentido herirle, no me iba a hacer sentir mejor. A veces lo lograba y a veces no. Un día le colgué el teléfono con tal violencia que no volvimos a hablar en tres meses. Puede que él se enfadara, lo que no sabe es que aquello fue lo mejor que pude hacer por él en ese momento.
La rabia se fue diluyendo a lo largo de los meses y creo que no la siento desde principios de este 2010, aunque a veces aún percibo algún conato de escupir ponzoña cuando me veo envuelta en situaciones o de comentarios que tocan algún punto especialmente sensible. Generalmente lo sobrellevo bien, otras me enfurruño y me permito estar así porque es normal estarlo. Luego me voy a dormir y al día siguiente ni me acuerdo.
* Resignación: el adiós. Esta es la transición más difícil del proceso de duelo. No solo hay que aceptar que la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse atrapado en esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin motivación para seguir adelante.
Bueno, en mi caso particular, es difícil eso de "liberarse de ella por completo", pero estoy haciendo todo lo que puedo por librarme de él, por no tener que seguir compartiendo cosas con él.
Para mí la resignación llegó el día en que decidí aceptar que él nunca me quiso. Puede que esto no fuera necesariamente cierto, pero en definitiva a mí no me demostró que me quisiera (tanto si lo hizo internamente como si no) por lo que a efectos prácticos era lo mismo.
Fue duro renunciar a esa idea reconfortante de: "él me ama de verdad", pero dejar de aferrarme a la idea de que él me quería y por tanto algún día deberíamos volver a estar juntos fue liberador. Si él no me quería, a la fuerza mi futuro no estaba ligado al suyo y esto abría nuevas perspectivas, más motivadoras y esperanzadoras.
* Reconstrucción. En este punto hay más días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida. La persona vuelve a centrar la atención en si mismo y a sus propias necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La persona se siente mejor pero necesita construir su fortaleza desarrollando el amor propio y la seguridad en sí misma.
Aquí me encuentro. He aprendido a centrarme en mí y en lo que quiero y necesito, aunque aún no tengo ganas de conocer a otra persona. Me gustaría, sí, pero si me cayera del cielo. Lo que (aún) no tengo ganas de hacer es de ponerme proactivamente a ello, de contestar mensajitos ni de tener citas (y mucho menos a ciegas).
Y como estoy en esta fase de centrarme en lo que quiero y como no quiero lanzarme a encontrar a alguien, pues me lo concedo y soy feliz con mi decisión. Esto no significa que quiera estar soltera para siempre, ni mucho menos. Es más, sé a ciencia cierta que la felicidad de la pareja (la propia me la estoy labrando yo cada día) está a la vuelta de la esquina, tengo esa sensación.
En definitiva, ¿cuánto tarda en recomponerse un corazón roto? En mi caso llevo 18 meses y aún estoy en ello, pero creo que lo esperanzador, lo que debe animar a los que se encuentren como yo estuve/estoy son varias cosas:
- El dolor atenazante, el que hace que todas las actividades se hagan con dolor, dura a lo sumo (yo me considero un caso grave) 4 meses. Luego queda muuucho camino por recorrer, pero ya no se tiene esa tristeza profunda.
- Se sale. Se sobrevive. A ratos parece que no se puede, no se encuentra consuelo en nada, pero de verdad que se sale. Si yo, romántica empedernida, utópica, con el convencimiento de que no había otro igual que él para mí en el mundo he conseguido ir saliendo, debe ser que todo el mundo puede.
- Cuando se trabaja en cada etapa, el resultado es un sentimiento de victoria grandioso. Y un mayor conocimiento de uno mismo y un valor más alto al bienestar propio.
- Ningún día es perdido. Yo suelo decirme: "cada día que pasa es un día menos que me queda". Aunque haya sido un día duro, siempre será un escollo más que he salvado y un escollo menos que me queda.
Al final, al final de todo, soy consciente de que aún no estoy completamente curada, pero sí sé que mi camino es de una sola dirección: hacia adelante. El camino recorrido ha sido largo y viendo cada etapa, tomo conciencia de lo que he pasado, pero ya hace tiempo que empecé a vislumbrar la luz al final del túnel y esa luz cada vez es más intensa y, lo mejor de todo, más hermosa.
Fuente: Etapas del duelo y obstáculos para superar la ruptura, psicóloga Isabel S. Larraburu.