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Javi. Primeros instantes de intimidad.
El día siguiente a esa primera cita, el Sábado, las posibilidades de quedar eran muy limitadas. Yo tenía un evento al que asistir por la noche y él tenía que hacer de anfitrión de sus padres y además era el fin de semana previo a la entrega de su proyecto y aún no había terminado.
La noche había sido un tanto "atípica" por lo que después de levantarme (trágicamente) a las 9.30h para ir a jugar al frontón, me preguntaba si ahora más en frío, las cosas iban a ser como las habíamos dejado la madrugada anterior: con el deseo manifiesto por parte de ambos de que pasara algo entre nosotros.
Con el fin de no obsesionarme con saber el final pospuesto de nuestra cita (a veces me pasa cuando estoy impaciente por saber el desenlace de una situación) decidí dejarme el móvil en casa para que no me tentara mirarlo cada 5 minutos.
Estaba muerta de sueño y, a la vez, tenía esa chispa de la emoción de saber que hay algo nuevo, distinto, en tu vida. De esta guisa me fui a jugar. No hace falta ser Sherlock Holmes para adivinar que no di pie con bola, pero al menos me entretuve. Eso sí, sudar sudar, lo que se dice sudar...
En fin, al llegar a casa a mediodía, haciéndome la indiferente, cogí el móvil: 0 mensajes, 0 llamadas perdidas. Mi gozo en un pozo.
Una cosa que he aprendido con la edad (y las relaciones frustradas) es que hay que dejar que las cosas fluyan y no forzarlas. Yo, apasionada y entregada como pocas, esto lo he tenido que aprender a base de golpes. No es que yo me hubiese propuesto en mi pasado forzar las cosas y exprimirlas, sino que a veces me cuesta tanto no dar, no expresarme o simplemente no decir "hola, me acuerdo de ti"...
Así que con este aprendizaje forzoso, no llamé ni envié un mensaje. Respiré hondo y decidí mantenerme ocupada. Y ¡funcionó! Me escribió reprochándome que no le hubiese dicho nada en toda la mañana. A este mensaje siguieron muchos otros en los que dábamos vueltas al tema de quedar pero ninguno se atrevía a dar el primer paso y proponerlo. Finalmente él se lanzó y me dijo que necesitaba verme lo antes posible. Yo le respondí que cuándo era para él lo antes posible y me dijo: "En una hora estoy ahí".
Quedamos en mi casa porque en la calle hacía mucho calor y, ocultamente (o no tanto), porque queríamos intimidad.
Me puse nerviosa, llevábamos todo el día hablando de besarnos, de las ganas que teníamos y de las perspectivas de dónde eso podría llevarnos.
Me fui corriendo al supermercado y compré cervezas y refrescos y las metí un rato en el congelador. Me llevé ropa para cambiarme y a toda prisa, limpié lo mejor pude (es decir, bastante mal) todo lo que había visible. Terminé justo cuando él llamaba al interfono y corriendo me cambié para estar presentable.
Le abrí la puerta preguntándome cómo nos recibiríamos. ¿Nos besaríamos de buenas a primeras? ¿Nos daríamos dos besos protocolarios? La respuesta no tardó en llegar: "Hola" -dos besos-...
Pasó a mi comedor y en seguida agradeció que yo hubiese puesto el aire acondicionado. Sólo teníamos una hora y media antes de que me tuviera que ir hacia el acto que iba a ir a ver (para una vez que tengo plan...). Le ofrecí una cerveza por romper el hielo. Él aceptó. Nos sentamos en el sofá.
- Puesss... qué bonito tu piso...
- Puesss... sí, la verdad es que me encanta...
- Uy, qué fresca la cerveza, qué rica.
- ¿Sí? ¡Me alegro!
- Lalala...
- Lalalalala....
¡¡Qué cortados los dos!! Para provocar su reacción, me senté un poco lejos de él y entonces empezó el tonteo.
- Qué lejos te sientas de mí, no?- me dijo.
- ¿Querrías que me sentara más cerca acaso?
- Sí, vente hacia mí y pégate.
- ¿Por qué no vienes tú?
- Anda...
Y fui y me senté a su lado. Lo que él no sabía es que eso tenía un precio: ahora él iba a tener que dar el primer paso. Ea!
En vista de esta actitud (yo ahora le miraba divertida, como quien controla la situación), él empezó a preguntarme si es que él iba a tener que llevar la iniciativa. Ni corta ni perezosa le miré de frente y le dije que sí, ¿o acaso no era yo una dama? "Pues no me parece bien", me dijo. Yo me reí y le dije con la más seductoras de mi sonrisas: "El que lo quiera que se lo gane". Él murmuró: "qué malísima eres...".
Y entonces me besó. Javi tiene una boca muy bonita, con unos labios muy carnosos y la verdad es que me gustó mucho su beso. Empezamos con besos pequeños, cortos, blandos, de tanteo. me gustaba su forma de besar, mucho y poco a poco fuimos apasionándonos más. Tanto, que al mover una pierna para "acomodarme" le di sin querer a la cerveza y ¡la desparramé toda en la mesita de café! Medio segundo y un "mierda!!" al unísono después, estaba corriendo a la cocina a por un trapo para limpiarlo. Él se partía de risa en el comedor por mi repentina aflicción, pero es que la pobre mesita ya ha sufrido lo suyo en su corta vida.
Una vez que la situación estuvo bajo control, él me agarró por la cintura desde atrás y empezó a besarme el cuello, de arriba a abajo con besos suaves y sensuales con esa boca tan apetitosa suya...
El resto, es historia...
La noche había sido un tanto "atípica" por lo que después de levantarme (trágicamente) a las 9.30h para ir a jugar al frontón, me preguntaba si ahora más en frío, las cosas iban a ser como las habíamos dejado la madrugada anterior: con el deseo manifiesto por parte de ambos de que pasara algo entre nosotros.
Con el fin de no obsesionarme con saber el final pospuesto de nuestra cita (a veces me pasa cuando estoy impaciente por saber el desenlace de una situación) decidí dejarme el móvil en casa para que no me tentara mirarlo cada 5 minutos.
Estaba muerta de sueño y, a la vez, tenía esa chispa de la emoción de saber que hay algo nuevo, distinto, en tu vida. De esta guisa me fui a jugar. No hace falta ser Sherlock Holmes para adivinar que no di pie con bola, pero al menos me entretuve. Eso sí, sudar sudar, lo que se dice sudar...
En fin, al llegar a casa a mediodía, haciéndome la indiferente, cogí el móvil: 0 mensajes, 0 llamadas perdidas. Mi gozo en un pozo.
Una cosa que he aprendido con la edad (y las relaciones frustradas) es que hay que dejar que las cosas fluyan y no forzarlas. Yo, apasionada y entregada como pocas, esto lo he tenido que aprender a base de golpes. No es que yo me hubiese propuesto en mi pasado forzar las cosas y exprimirlas, sino que a veces me cuesta tanto no dar, no expresarme o simplemente no decir "hola, me acuerdo de ti"...
Así que con este aprendizaje forzoso, no llamé ni envié un mensaje. Respiré hondo y decidí mantenerme ocupada. Y ¡funcionó! Me escribió reprochándome que no le hubiese dicho nada en toda la mañana. A este mensaje siguieron muchos otros en los que dábamos vueltas al tema de quedar pero ninguno se atrevía a dar el primer paso y proponerlo. Finalmente él se lanzó y me dijo que necesitaba verme lo antes posible. Yo le respondí que cuándo era para él lo antes posible y me dijo: "En una hora estoy ahí".
Quedamos en mi casa porque en la calle hacía mucho calor y, ocultamente (o no tanto), porque queríamos intimidad.
Me puse nerviosa, llevábamos todo el día hablando de besarnos, de las ganas que teníamos y de las perspectivas de dónde eso podría llevarnos.
Me fui corriendo al supermercado y compré cervezas y refrescos y las metí un rato en el congelador. Me llevé ropa para cambiarme y a toda prisa, limpié lo mejor pude (es decir, bastante mal) todo lo que había visible. Terminé justo cuando él llamaba al interfono y corriendo me cambié para estar presentable.
Le abrí la puerta preguntándome cómo nos recibiríamos. ¿Nos besaríamos de buenas a primeras? ¿Nos daríamos dos besos protocolarios? La respuesta no tardó en llegar: "Hola" -dos besos-...
Pasó a mi comedor y en seguida agradeció que yo hubiese puesto el aire acondicionado. Sólo teníamos una hora y media antes de que me tuviera que ir hacia el acto que iba a ir a ver (para una vez que tengo plan...). Le ofrecí una cerveza por romper el hielo. Él aceptó. Nos sentamos en el sofá.
- Puesss... qué bonito tu piso...
- Puesss... sí, la verdad es que me encanta...
- Uy, qué fresca la cerveza, qué rica.
- ¿Sí? ¡Me alegro!
- Lalala...
- Lalalalala....
¡¡Qué cortados los dos!! Para provocar su reacción, me senté un poco lejos de él y entonces empezó el tonteo.
- Qué lejos te sientas de mí, no?- me dijo.
- ¿Querrías que me sentara más cerca acaso?
- Sí, vente hacia mí y pégate.
- ¿Por qué no vienes tú?
- Anda...
Y fui y me senté a su lado. Lo que él no sabía es que eso tenía un precio: ahora él iba a tener que dar el primer paso. Ea!
En vista de esta actitud (yo ahora le miraba divertida, como quien controla la situación), él empezó a preguntarme si es que él iba a tener que llevar la iniciativa. Ni corta ni perezosa le miré de frente y le dije que sí, ¿o acaso no era yo una dama? "Pues no me parece bien", me dijo. Yo me reí y le dije con la más seductoras de mi sonrisas: "El que lo quiera que se lo gane". Él murmuró: "qué malísima eres...".
Y entonces me besó. Javi tiene una boca muy bonita, con unos labios muy carnosos y la verdad es que me gustó mucho su beso. Empezamos con besos pequeños, cortos, blandos, de tanteo. me gustaba su forma de besar, mucho y poco a poco fuimos apasionándonos más. Tanto, que al mover una pierna para "acomodarme" le di sin querer a la cerveza y ¡la desparramé toda en la mesita de café! Medio segundo y un "mierda!!" al unísono después, estaba corriendo a la cocina a por un trapo para limpiarlo. Él se partía de risa en el comedor por mi repentina aflicción, pero es que la pobre mesita ya ha sufrido lo suyo en su corta vida.
Una vez que la situación estuvo bajo control, él me agarró por la cintura desde atrás y empezó a besarme el cuello, de arriba a abajo con besos suaves y sensuales con esa boca tan apetitosa suya...
El resto, es historia...