¿Se me ha pasado el arroz?
Sin embargo esta vez no es que lo vaya a publicar, es que le voy a dedicar una entrada completa.
Este es el comentario:
Hola, soy un chaval de Honduras (sea lo que sea que penses) y el motivo de atreverme a escribir un comentario es para decirte que tu "bitacora" es penosa y siento un aire de verguenza ajena por vos y tu cultura, me refiero a que ya estas algo... vieja para seguir en la honda de "crecimiento personal" ¿sabes que? pienso que deberias buscar marido y hacer hijos en vez de estar escribiendo pendejadas en internet similares a historias de libros e opiniones editoriales.
Espero entendas mi punto vieja.
Dejando a un lado que no sé porqué tendría que pensar nada raro porque el chaval sea de Honduras, ¿es posible que todavía haya gente joven en el mundo que piense de manera tan retrógrada?
No querría que pensárais que estoy dolida por el comentario, porque no lo estoy en absoluto. Si me molestara esto... ¡jajaja!, ¿qué haría cuando alguien me deja un comentario diciendo que soy una puta? ¿cortarme las venas?.
No, pero sí creo que es un tema interesante. Tengo 31 años (y medio ya!) y sí, estoy soltera. No sólo estoy soltera, sino que estoy soltérrima porque, como sabéis, ni tengo novio, ni lo busco realmente (léase la deconstrucción de mi soltería).
Y sí, estoy en pleno crecimiento personal. Puede que uno deba desarrollarse por completo en la pubertad, pero también puede que cada uno debamos estar siempre en continua evolución. Yo he cambiado mucho a lo largo de los años y confieso que durante mucho tiempo tuve miedo de estar sola.
Es posible que el miedo a estar solos sea una invención de la sociedad y, sin ponerme demasiado filosófica, diré que son muchísimas las personas que atenazadas por ese miedo mantienen relaciones en las que no son felices, que no les llenan, sólo por creer que la alternativa será peor.
No fue concretamente mi caso. Yo, como sabéis, creía haber encontrado al hombre de mi vida y le amaba profundamente. Pero sí que es verdad que una vez que se acabó, aparte del duelo y el vacío me quedó esa sensación de semi-pánico de ¿y ahora qué?. En muchos blogs leo a gente que ha pasado o está pasando por lo mismo que pasé yo, una ruptura, una muy dolorosa y no puedo evitar sentir el escalofrío del recuerdo reciente, de la congoja en la garganta, del nudo en el estómago, de los ojos hartos de llorar.
¿Y ahora qué? Pues esto no pretende adoctrinar a nadie, pero para mí ahora toca aprender a estar solo, porque es necesario para poder seguir adelante, para poder superar las heridas, para no temer volver a estarlo. Es duro. Para aquellos que no hemos nacido con ese "gen" de la independencia, es muy duro. Hacerse el ánimo de ir al cine solo, de ir de viaje solo, de cenar solo en un restaurante...
Pero poco a poco uno va haciendo progresos. La primera vez más dura que la última. La última apenas inquietante. Y en esos progresos he aprendido cosas de mí misma. He aprendido a mirarme de arriba a abajo, he aprendido a escucharme, a tener que cuidar sólo de mí y de nadie más (quitando a mi perrita, claro), he aprendido a quererme más de lo que pensé que se podía, he aprendido a tener la voluntad de cambiar, he aprendido que soy más fuerte de lo que creía, he aprendido que de todo se sale, que no importa el dolor, éste acaba cuanto menos mitigándose. No lo habría logrado del mismo modo de haber estado siempre acompañada, de haber tenido siempre a alguien al lado diciéndome "qué guapa eres", cuidándome, apoyándome.
¿Lo he aprendido demasiado tarde? ¿Soy demasiado vieja? ¿Debería "buscar marido y tener hijos"? Tal vez, pero este año y medio a nivel de crecimiento personal, mal que le pese a nuestro amigo hondureño, está siendo impagable.
Ojalá lo hubiese aprendido de otra manera, o puede que los que no tenemos ese "gen" no tengamos otra forma de aprenderlo, pero aquí estoy, y el camino que he recorrido hasta llegar aquí es lo que me ha convertido en lo que soy.
Y hoy por hoy, soy mejor persona y más entera.