Manu (o la historia de un depredador)
Me fascinaba la idea de conocer a un artista, ya que este chico es escultor y se gana la vida con ello.
Con la idea de pasar una agradable velada de buena e interesante conversación, acudí una lluviosa noche de sábado a Valencia. Al salir de casa me di cuenta de que no había cogido paraguas y llovía a mares, por lo que le envié un sms diciéndole que se acordara de coger uno.
Yo no he ido muchas veces a Valencia conduciendo, así que no se puede decir que conozca bien cómo entrar o dónde aparcar.
Quedamos en la Estación del Norte y yo estaba contentísima por haberme defendido a la perfección llegando y aparcando en un párking que estaba muy cerquita.
Intentando mojarme lo menos posible, me encontré con él. Nos dimos los dos besos de rigor y nos pusimos en camino al restaurante japonés donde íbamos a cenar.
El paraguas que había traído era ridículamente pequeño, así que los dos nos estuvimos mojando (cada uno un lado) hasta que amablemente me sugirió que me cogiera de su brazo para estar más juntos y que nos abarcara más.
Al poco de empezar a andar, me dijo: "Me alegro mucho de que hayas venido a Valencia, porque yo desde luego no habría ido a Castellón". Me dije: "vaya! interesante..." Y entonces comenzó a contarme que su ex-novia era de Castellón y que él tenía muchos recuerdos vinculados con esa ciudad, por los años que habían vivido juntos allí.
Normalmente no es habitual que un chico en una primera cita se ponga a hablarte de su ex, así que yo lo asocié al hecho de que habíamos quedado "como amigos" y pensé que estaba bien.
En medio de la conversación me dijo: "Yo creía que ibas a pasar con el coche a recogerme por la estación y te habría llevado a aparcar cerca de mi casa. Porque... te vas a quedar a dormir, ¿no?"
Confieso que la pregunta me pilló desprevenida pero me rehice rápidamente y con una sonrisa le dije que no, que no iba a quedarme.
Él entonces me dijo que no lo comprendía, que íbamos a beber vino en la cena y que luego iríamos a tomar una copa y que estaba lloviendo y que me tenía que quedar y así él me enseñaría su obra en el taller que tenía en su casa.
Con mi sonrisa impertérrita, le dije que no pasaba nada, que yo bebería sólo una copa de vino, agua y no tomaría alcohol luego. Él gruñó algo que no comprendí y siguió hablándome de su ex.
El restaurante no era nada del otro mundo y nos sentamos en una mesa que estaba al fondo de todo. Yo estaba espalda con espalda con el cliente de la mesa de atrás y él estaba pegado a la puerta de la nevera donde guardaban los postres. Nos trajeron la carta y decidimos pedir un menú para dos personas.
Él me comentó que el número 5 estaba bastante bien, a lo que yo le dije que el 4 también tenía buena pinta. Se acercó la camarera y preguntó si ya sabíamos lo que queríamos, y él respondió de inmediato: "Sí, el número 5" mientras yo me quedaba a mitad en la frase: "No, todavía no lo hemos decidido". "¡Qué caballeroso!" pensé yo con mucha ironía.
Para más inri pidió una botella de vino y nada para mí por lo que me tuve que apresurar para pedir mi botella de agua a la camarera.
Ya sentados el uno delante del otro, me pregunta:
- ¿Qué tal por meetic?
- Bueno, no hace mucho que estoy... de momento bien.
Preguntarme eso sólo fue una excusa para soltar lo que estaba rabiando por contar. Me dijo que a él le estaba yendo "estupendamente", que había follado (literal) más que nunca en su vida. Empezó a contarme que había quedado con 13 "tías" y se las "había follado a todas en la primera noche". Alardeaba de ello como a quien le ha tocado la lotería... o incluso con más descaro.
Tan descarado era, que al final no pude aguantarme y le dije: "Chico, pues no deberías haber quedado conmigo!! Qué mal que se vaya a romper tu racha!!" Él me miró de una forma un poco rara y de repente volvió a decirme que me tenía que quedar a dormir en su casa, que se iba a hacer muy tarde y que cómo me iba a ir lloviendo y de madrugada hacia Castellón.
Le dije: "Manu, no me voy a quedar a dormir en tu casa" y él contraatacó diciendo que no lo entendía, que no iba a pasar nada entre nosotros porque habíamos quedado en otro plan, aunque se encargó de recalcarme que "vamos, más que nada porque tú no quieres, porque yo follaría contigo la mar de a gusto".
Con mucho sarcasmo le di las gracias por su respeto y comprensión. Él decidió seguir hablando de la monitora de fitness con la que había quedado el fin de semana pasado o con la otra con la que quedó el martes y repitió el jueves. Intercalaba estas historias con comentarios acerca de que tiene un problema con el sexo porque a su ex le había puesto los cuernos nosécuántas veces. Él sospechaba que por eso ella ya no quería nada con él. Yo no podía estar más de acuerdo.
A todo esto, no hacía más que decirme que subiera a su casa a ver su obra. A mí no me quedaba la más mínima duda de qué clase de "obra" suya me quería enseñar.
En mi fuero interno no entendía que alguien intentase ligar de ese modo. ¿En serio es posible? ¿Puede alguna chica sentirse tentada a acostarse con un chico así? ¿Es algo rollo enfant terrible?
A mí me daba más bien grima que no otra cosa...
La noche avanzaba, él la hacía aún más insoportable con detalles como darme de comer en la boca. A estas alturas, si no me había invitado 20 veces a subir a "ver su obra" no me había invitado ninguna. Al final ni sonrisa ni nada, puse mi "mirada asesina" y le dije: "No insistas más, no voy a subir".
Él entonces me dijo que sólo era para enseñarme sus esculturas. Yo le dije que si nuestra "amistad" seguía adelante (cosa que por supuesto yo sabía que no iba a pasar), subiría en otra ocasión.
Entonces cambió de táctica. "Pero es que... si no subes hoy, no te puedo decir cuándo vas a poder subir... porque... como te digo, yo suelo estar bastante 'ocupado'. Mira, la semana que viene, por ejemplo, viene a quedarse en mi casa una tía que conocí en ARCO, así que como ves igual no puedo volver a quedar contigo en bastante tiempo..."
Jajajaja!! Me desternillaba de la risa. ¿Qué era eso? ¿La táctica de "que se acaba el mundo"?
- ¿Eso crees que puede funcionar? - le dije. - ¿Crees que por la perspectiva de que ésta sea mi única oportunidad contigo voy a pasar la noche en tu casa?
Otro gruñido y vuelta a hablarme de su ex o de sus ligues. Yo no pensaba hablar de eso ni un minuto más, así que decidí (y fue totalmente premeditado) dar un giro a la velada. Puse mi carita más inocente y le dije:
- Pues... tú... tienes que tener mucho cuidado, eh?
- ¿Con qué? - me preguntó.
- Pues con las enfermedades de transmisión sexual, claro. Eres muy promiscuo!
- No mujer, que yo uso siempre condón.
- Ya... pero el condón no protege del 100% de las ETS. Porque seguro que NO TODO lo haces con condón.
- ¿De qué no protege? - me dijo poniéndose pálido por momentos.
- Pues, por ejemplo del VPH. Se calcula que el 40% de las mujeres lo tienen o lo han tenido. Si tú te has acostado con 13 chicas en 3 meses, échate un cálculo...
Se puso blanco como el papel y entonces me dijo: "Cambiemos de tema...". Y yo pensé "genial" y le dije: "Háblame de arte"
Y así tuvimos la única media hora de conversación interesante de toda la velada. Lo cierto es que ese rato estuvo muy bien, me habló de arte clásico, moderno, me habló de cómo los escultores calculan las proporciones... Muy muy enriquecedor.
En medio de esta conversación hubo otro cambio de táctica. Ahora ya no era un lobo, era un corderito. Se me quedaba mirando a los ojos y me decía: "¡qué bonita eres! Eres preciosa, me encanta tu nariz, es perfecta, ¿me dejarías dibujarla?".
Después de la cena, él se pidió una copa. Cuando se la acabó pidió (por fin!!) la cuenta: 50 € que pagamos a escote... a pesar de que yo había ido hasta Valencia y a pesar de que él se bebió enterita la botella de vino y la copa... A esas alturas yo ya estaba más divertida que indignada, la verdad.
Salimos del restaurante y seguía lloviendo, así que volví a cogerme de su brazo. Él me decía que era la mejor cita que había tenido hasta la fecha. Me dijo: "Es que yo hablaba y tú... ¡me escuchabas!". Sin comentarios...
De repente se paró. "Déjame que te toque la nariz, por favor" dijo girándose y colocándose cara a cara conmigo. Estaba demasiado cerca de mí y fue la única vez que sentí un poco acoso físico, por el contacto que te incomoda porque no quisieras que se produjera. Me puso un dedo en la punta de la nariz, le sonreí sin ganas, con la sonrisa más falsa que pude articular, me di la vuelta y seguí caminando debajo de la lluvia. Él me alcanzó y me preguntó por enésima vez si no prefería quedarme a dormir en su casa. Le dije por enésima vez que me iba a casa, ya sin ganas siquiera de intentar disimular mi fastidio por las horas de más que ya duraba la cita.
No se dio por vencido. Al llegar al parking, justo cuando a mí me parecía que la entrada era poco menos que el paraíso, se empeñó en acompañarme para poderme indicar mejor el camino para volver a Castellón.
Se subió al coche, salimos del parking, me indicó un poco y cuando ya avistábamos la avenida que me llevaría a la autovía, me dice: "Y por ahí todo recto, pero deja el coche aquí a un lado y nos damos las buenas noches".
Pero bueno!! ¿¿Este chico era inagotable?? Sin una pizca de paciencia, puse el intermitente, me aparté a la derecha y sin apagar el motor me giré en mi asiento, le miré a los ojos y le dije: "¡Buenas noches!".
Me miró con fastidio y me dijo: "Joer, hija, hay que ver..." Me dio dos besos y salió de mi coche... ¡y de mi vida!
Podría parecer que fue una noche horrible y para el olvido, pero no fue así. De vuelta a casa me sentía genial, me sentía fuerte y poderosa. Ese chico era todo un depredador, pero no consiguió intimidarme ni un sólo momento, ni inquietarme. Mi posición no vaciló ni se movió ni un ápice. Fue una experiencia totalmente enriquecedora y gratificante.
Así acabó mi segunda cita.