Javi. El desenlace.
No pudimos hacer cuadrar las fechas del viaje a Ibiza con su viaje a República Dominicana, su trabajo y además un viaje que yo tenía que hacer por trabajo a Mallorca... Y entonces se me ocurrió: ¿por qué no íbamos a Mallorca en vez de a Ibiza? Mi viaje coincidía justo después de un puente por una festividad local, de modo que ¿por qué no irnos ese puente? Mi vuelo salía gratis ya que lo pagaba la empresa, el hotel era gratis porque tenemos un intercambio con el director (nuestros servicios por los suyos), sólo había que pagar su vuelo y lo que gastáramos, ¡era perfecto y tirado de precio!
A él le encantó la idea pero muy despreocupadamente me dijo: "¿Compras tú el vuelo?". A mí no es que me importara hacerlo, pero yo tengo una forma de ser que no me permite tomar una decisión acerca del dinero de otra persona sin que ésta me dé confirmación de que está de acuerdo con el precio y los horarios.
Así empezaron las indecisiones. Yo me quedaría en Mallorca a trabajar y su vuelo de vuelta podía ser o un lunes (festivo) o un martes (si se lo pedía libre). Ese mismo martes por la noche, él tenía entradas para el concierto de U2 en Barcelona, así que yo le pedía que se decidiera entre irse el lunes por la noche o el martes muy temprano o el martes no tan temprano, en función de sus vacaciones, su concierto y su jefe!
Él (que al parecer es una persona a la que no le importa dejarlo todo para el último momento en vista que reservó definitivamente su viaje a República Dominicana sólo unos días antes de irse) no me decía nada concreto porque lo tenía que hablar con su jefe, porque nosequé o nosecuántos. Así que yo dejé de insistir. "Cuando lo sepa seguro ya me lo dirá, yo no voy a agobiarme por él" me dije.
Finalmente, quedamos en que como yo iba a ir a la noche de San Juan a su apartamento, nos conectaríamos a Internet y compraríamos los vuelos.
Después de cenar, me lo recordó, cogió el portátil (que siempre tenía encendido) y miramos en Lastminute. Le enseñé las diferentes opciones que le había comentado pero no aclaramos nada, al fin y al cabo, él aún tenía que saber si su jefe le daría el martes libre!
De repente, de la página de Lastminute, se metió en su cuenta de Hotmail. No era la primera vez que lo hacía, de hecho lo hacía bastante a menudo. Entraba en su correo para comprobar si había recibido algún nuevo e-mail. Yo había estado apoyada en su hombro y no me percaté cuando pinchó en el icono de acceso directo a su e-mail, pero cuando volví a fijar la vista en la pantalla, estaba contemplando su bandeja de entrada y no pude evitar ver que sus dos primeros correos (a pesar de que nosotros nos enviábamos más de 20 al día) eran de una chica llamada Martina. Sintiéndome súbitamente mal por ver algo que era privado, me incorporé y me puse a ver la televisión.
No le di importancia a esos dos correos en sí, él podía enviarse e-mails con quien quisiera y además no parecía que le importara mucho que yo lo viera, pero me pareció un tanto de mal gusto que estando conmigo estuviera constantemente actualizando su bandeja de entrada para ver si tenía correo nuevo.
Entonces caí en la cuenta de que hacía lo mismo con su página de Facebook y, lo que me parecía peor, con su móvil. Cada 5 minutos se levantaba para encender la pantalla y ver si tenía algún mensaje. Al principio no lo había advertido, pero a raíz de lo del correo, me di cuenta de que cada vez que pasaba por delante del móvil para ir a la cocina, al baño, cuando volvimos de la playa, cuando iba a por un cigarro, SIEMPRE encendía el móvil.
Hice introspección para saber si me sentía celosa (he tenido muy malas experiencias con eso de los móviles) y decidí que no, no habíamos hablado de tener exclusividad y yo misma seguía aceptando contactos de chicos de Meetic, pero sencillamente me parecía poco respetuoso que él diera la sensación todo el tiempo de estar esperando un mensaje (a veces, por supuesto, lo recibía y lo contestaba) o un e-mail mientras yo estaba allí con él, ya procediera de un chico o una chica. Al fin y al cabo, yo dejaba mi móvil en el bolso y no lo miraba hasta que no me iba.
Dejé a un lado estos pensamientos y seguí disfrutando de la velada. Sin embargo, aquella noche, después de hacer el amor, hizo un comentario que no me esperaba acerca del cuidado que debía tener con las enfermedades de transmisión sexual en República Dominicana. No fue sólo un comentario al azar, me preguntó acerca del VPH (yo le había contado la historia con El Depredador), de cómo se cogía y me confirmó (o más bien se confirmó a sí mismo) que él no haría según que prácticas peligrosas. No me sentó especialmente bien que sacara ese tema mientras aún estábamos desnudos los dos en la cama y, como estaba tan cansada, le animé a que nos fuéramos. No me apetecía ponerme a pensar en sus posibilidades de pillar algo cuando acababa de acostarme con él, la verdad.
No era la primera vez que hacía un comentario desafortunado "después de". La primera vez que hicimos el amor, me comentó muy serio que ahora que ya nos conocíamos "a fondo", podría llamar a alguna amiga mía para la próxima vez. Supuse que estaba de broma, pero él siguió con la coña y a mí, sinceramente, no me hizo ninguna gracia (¡era nuestra primera vez!) y se lo dije. Me confirmó que no lo había dicho en serio, pero lo dejaremos en que no es muy oportuno con sus bromas...
Estas actitudes en realidad contrastaban muchísimo con su trato hacia mí. Era muy cariñoso, siempre quería tenerme abrazada, me besaba, me mesaba los cabellos en la cama, me acariciaba la espalda...
A la mañana siguiente me envió un e-mail diciéndome que se moría de ganas de estar conmigo en Mallorca, tumbados en la playa los dos solos. Me dijo que yo era increíble y que se moría por pasar una noche a mmi lado.
Decidí que necesitaba tener una conversación franca con él y decirle que sentía que recibía mensajes contradictorios: por una parte estaban sus gestos conmigo, y por otra su obsesión con su móvil y sus comentarios acerca de sus futuras actividades dominicanas.
Craso error. No se puede hablar con Javi. La conversación madura y franca que yo quería tener con él en la que yo le expondría mi malestar y él comprendería (aunque no compartiera) mi punto de vista, se convirtió en un arrebato iracundo por su parte. Exageraba cada cosa que le decía, las magnificaba y las tergiversaba. Me llamó literalmente controladora, manipuladora, insegura, inmadura y no sé qué otras lindezas.
Intenté estar conciliadora y explicarle que a mí no me importaba que se mensajeara con quien quisiera, igual que no debía importarle a él con quien lo hiciera yo, ya que consideraba que aún era pronto y que yo tenía muy claro que no teníamos exclusividad ni estaba segura de quererla. Intenté por activa y por pasiva ignorar sus comentarios juiciosos sobre mí y hacerle ver que simplemente me sentía confundida acerca de lo que había entre nosotros.
Él seguía con sus exageraciones y salidas de tono (que en realidad ya me había mostrado en anteriores ocasiones al debatir) a pesar de que yo trataba de dejarle claro que él a mí me gustaba pero que había una serie de cosas que me descuadraban.
Al final se me acabó la paciencia y le dije que me alegraba de que no hubiésemos comprado los billetes ya que ahora mismo me parecía la peor de las ideas pasar 4 días, con sus 24 horas, juntos.
Me envió un e-mail diciéndome: "¿¿¿pero no has comprado los billetes esta mañana???"
Le respondí: "¿¿¿Acaso has hablado con tu jefe???"
Y él: "¡¡¡Pero creía que ya lo habíamos dejado claro ayer!!!"
Yo (alucinando): "Pues es obvio que si tú lo dejaste claro, a mí no me quedó. Además, acabo de mirar los vuelos y ahora cuestan más de 250€. Mira, me parece que es mejor así. Te propongo que en vez de irnos de viaje, nos conozcamos un poco más, que pasemos el fin de semana juntos, que vayamos a la playa igual, que demos paseos igual, que pasemos algunas noches juntos... Que hagamos un fin de semana mallorquino pero en Castellón, sí?"
Su respuesta: "Si no vamos de viaje, no hace falta quedar. Si apetece ya nos llamamos".
Me pareció una pataleta propia de un crío: "si no se juega a mi juego me enfado y no respiro" y se lo dije. Al fin y al cabo habíamos quedado casi todos los días hasta el momento. Al rato me contestó diciéndome que sí, que siempre que tenía algo organizado y se iba al aire se enfadaba, "pero ya se me pasará" me dijo.
Decidí que le aguantara su madre. Yo había intentado tender puentes y ser conciliadora y, encima de que me había quedado aún con la duda de qué había entre nosotros, él me había faltado al respeto, rozando el insulto, pasando de mis propuestas y encima se había cogido una pataleta y yo tenía que esperar a que se le pasara para que tuviera a bien querer volver a contactar conmigo!!
Y le envié un e-mail y le dije que mejor que no, que no estaba dispuesta.
"Si es lo que quieres..." me contestó. Ni un atisbo de flexibilidad ni rectificación en su conducta (cosa que ya había demostrado en otras ocasiones).
"Sí, es lo que quiero, Javi. Buena suerte".
Y me despedí.